En el Perú, parecemos a veces movernos a gusto como peces en el agua en una república que aún tenemos incompleta.
A propósito de la Encuesta del Poder 2025 y de la carrera por el poder presidencial y parlamentario del 2026, la gran pregunta de ahora y a futuro es si podemos seguir manteniendo una jefatura de Estado prácticamente acéfala y conformándonos con una jefatura de gobierno en trance competencial con los poderes Legislativo y Judicial.
Quien tenga que suceder en el 2026 a la presidenta Dina Boluarte no debería encontrarse con una situación así, en la que la prerrogativa de la jefatura de Estado es más un enunciado en la Constitución que un mandato con debido empoderamiento estructural, logístico y presupuestal.
En verdad, es demasiado imperiosa la necesidad de que la jefatura de