Con lo sucedido el fin de semana en Paipa, Boyacá, sin respeto por los asistentes al Concurso de Bandas musicales, se volvió a demostrar que cuando los egos gobiernan, la democracia se desangra. El enfrentamiento entre el gobernador Carlos Amaya y el alcalde Germán Ricardo Camacho —a propósito de la entrega de la nueva plaza de mercado— es un episodio bochornoso y un retrato de cómo la politiquería destruye la confianza ciudadana.

Ambos dirigentes, que se autoproclaman “progresistas” y “renovadores”, terminaron actuando con el mismo libreto de los viejos caciques. Insultos, protagonismos, cálculo electoral y desprecio por el respeto institucional: episodios semejantes se repiten en distintos municipios del departamento.

La escena —el gobernador Amaya reclamando apuros y el alcalde Camach

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