En Gaza y en Israel hay alivio, pero a los activistas occidentales les cuesta alegrarse por un documento en el que están de acuerdo Hamás y Netanyahu

Hoy, por fin, se ha alcanzado un acuerdo para un alto el fuego en Gaza y para la liberación de los secuestrados. En Israel hay alivio y en Gaza se ven niños que ríen, adultos que lloran de emoción, multitudes que celebran el fin —aunque sea momentáneo— del horror. Y, sin embargo, algo resulta desconcertante: en muchas cuentas de redes sociales occidentales, en artículos y declaraciones de activistas que durante meses clamaron por el fin del genocidio, no se percibe alegría. No celebran. Les cuesta alegrarse.

Tienen argumentos racionales —o que suenan racionales— para justificarlo: que el acuerdo es una trampa, que la lucha continúa, que

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