
Ser galardonado con un Premio Nobel nunca es un suceso trivial. Los laureados, en ciencia o literatura, se inscriben automáticamente en la historia como referentes de su disciplina.
Sin embargo, cuando el galardón recae en la mención de la paz, adquiere una resonancia distinta: eleva al reconocido a la categoría de símbolo viviente y universal de las causas más nobles de la humanidad. Al recibirlo, personalidades internacionales como Theodore Roosevelt, la madre Teresa de Calcuta, Martin Luther King Jr., Lech Walesa, Desmond Tutu, y Mijaíl Gorbachov, o, más específicamente en el ámbito latinoamericano, Óscar Arias, Rigoberta Menchú y Juan Manuel Santos, a pesar de que sus acciones se circunscribieron a conflictos regionales, alcanzaron una dimensión moral global. Lo mismo ha ocurrido con organizaciones como el Comité Internacional de la Cruz Roja, la ONU o sus agencias ACNUR y UNICEF.
María Corina Machado, Premio Nobel de la Paz 2025
Conceder a María Corina Machado (1967), líder de la oposición venezolana, el Premio Nobel de la Paz 2025 se inserta precisamente en esta tradición. La acción reconocida por el Comité de Oslo se desplegó en el contexto de una lucha política interna, tal como, de manera similar, sucedió en 1991 con la birmana Aung San Suu Kyi, también laureada por su lucha no violenta por la democracia y los derechos humanos de su país.
La motivación explícita del Comité al premiar a Machado ha sido reconocer su labor de mantener “viva la llama de la democracia en medio de una creciente oscuridad”. Esta declaración validó de manera contundente la lucha pacífica y la resistencia civil de la líder opositora venezolana. El premio no solo es un espaldarazo incalculable a esta luchadora por la democracia, sino que funcionaría como un poderoso catalizador en el tablero geopolítico latinoamericano, redefiniendo la narrativa regional sobre la paz, la democracia y la soberanía.
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La paz, más allá del fin de la violencia
Históricamente, en América Latina el concepto “paz” se ha asociado, sobre todo, a la firma de acuerdos de cese al fuego o al fin de conflictos armados (como en el caso de Colombia).
El Nobel a María Corina Machado, sin embargo, amplía esta concepción, alineándola con la visión esencial de Alfred Nobel: a saber, la paz como la ausencia de opresión y el triunfo de los derechos humanos y la democracia. El Comité de Oslo declara, sin ambages, que la lucha por la democracia es intrínseca a la búsqueda de la paz en regímenes autoritarios.
Este premio establece un nuevo paradigma de liderazgo opositor en la Latinoamérica. La lucha de Machado, basada en la resistencia persistente y no violenta, se convierte en un símbolo y referente ineludible para movimientos y líderes que emprenden luchas por la democracia en otros países de la región. El Nobel legitima a los movimientos cívicos como actores claves en la construcción de la paz en el hemisferio, demostrando que la firmeza democrática puede obtener el más alto reconocimiento mundial.
En el plano diplomático, el galardón obliga a replantear la política de neutralidad que han mantenido algunos gobiernos latinoamericanos. Los líderes que se autodenominan democráticos se enfrentan al trance de tomar una posición más clara: ignorar la lucha de una persona galardonada con el más alto premio por su labor en pro de la paz y la democracia resultaría impresentable. Si se materializa este cambio de actitud, la premiación podría generar una reagrupación de fuerzas diplomáticas en la región, sumando esfuerzos para aislar y presionar a gobiernos autoritarios.
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Un Nobel que visibiliza la crisis política de Venezuela
Si bien el premio no ofrece una solución inmediata a la crisis política venezolana, sí la internacionaliza a un nivel sin precedentes. La relevancia que a nivel regional y mundial alcanza la figura de Machado hace extremadamente dificultoso excluirla de futuras negociaciones. El galardón la inviste como la figura más representativa de las fuerzas opositoras de Venezuela. Su liderazgo, respaldado por la autoridad moral del Nobel, se vuelve central para cualquier solución de transición, forzando a los actores regionales a asumir un papel más activo y menos complaciente en la búsqueda de una salida democrática y pacífica.
El Nobel de la Paz a María Corina Machado es, además de un reconocimiento personal, una categórica declaración política importante para la comunidad internacional. Se ha resaltado que la verdadera paz reside en que haya diversas voces en el ejercicio de la democracia y no un silencio impuesto a la fuerza.
Este premio resalta que la paz se liga ineludiblemente con la libertad, ofrece un símbolo de resistencia a los ciudadanos y desafía a los gobiernos de la región a honrar el compromiso con los valores democráticos que juraron defender.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation, un sitio de noticias sin fines de lucro dedicado a compartir ideas de expertos académicos.
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Tulio Ramírez no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.