En abril de 2012, cuando seguían el curso de una decisión judicial que iba a enviarlo a la cárcel, reporteros de la revista Dinero descubrieron que Emilio Tapia llevaba una vida feliz, libre de apremios y preocupaciones evidentes. No solo los viernes, sino en días de entre semana, frecuentaba la discoteca Matilde Lina de Bogotá en compañía de su novia de esa época, Eileen Roca.
Días antes, cuando los mismos reporteros lo buscaron para proponerle una entrevista sobre el entramado del carrusel de la contratación, el joven zar de la contratación en Bogotá, recién venido de su natal Sahagún los citó en su amplia oficina que se encontraba en un edificio del costado suroccidente del Parque de la 93 en Bogotá.
Allí dispuso una mesa con las mejores viandas y banqueteros solícitos. La comida se