Es una frase repetida que los trenes pasan y ya no vuelven. Pero lo que no se dice es que habitualmente sí pasan más, aunque no lleven al mismo destino. Ansu Fati lo ha vivido: se subió al mejor tren posible, el del éxito, el que llevaba a la gloria del Barcelona, con el número 10 a la espalda. En un Barcelona post Messi , Ansu Fati, un goleador increíble que marcaba como rutina, era a lo que se agarró la directiva y luego la afición para afrontar la depresión y mirar al futuro. Era ilógico soñar con otro Messi, pero a ver quién consigue explicarse frente a la euforia del fútbol.
No fue Messi, porque no lo podía ser, pero el problema es que ni se acercó, al revés, se fue alejando hasta dar la impresión de que ni siquiera era jugador para el alto nivel. Sucedió que se lesionó y el tren