La adicción empezó una vez que se aplacaron las protestas en el verano del 2023 y se aseguró en el poder. El Congreso la facultó a viajar con una ley que permitía gobernar por vía virtual (al no tener vicepresidentes de reemplazo, no podía ausentarse). Se volvió ‘yonki’ de los viajes al punto que estuvo a punto de cambiar de nombre oficial al año 2024 por ‘Año de la reactivación económica’. Ello no prosperó en decreto supremo -quedó como Año del Bicentenario de la Constitución de 1823- pero viajar se convirtió en su prioridad de política pública: la cancillería y el ministerio de Comercio Exterior le procuraron todas las invitaciones posibles. Se repitió, como una letanía, que una presidenta viajera atrae inversiones.
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Héctor Villalobos analiza a fondo los hecho