Tomó una mochila y partió a encontrarse con la inmensidad blanca del desierto de Atacama. Salió desde la banca de madera encajada en la puerta de la casa de su hermana, en la oficina salitrera Coya Sur, donde era minero, y se largó. Era diciembre de 1969 y el joven Hernán Rivera Letelier (75) daba el salto definitivo de sus años mozos con un viaje iniciático. Como En el camino, de Kerouac, se lanzó a la carretera en una versión menos glamorosa: a dedo.
“Desafiando lo que el destino me tenía reservado (cumplir sesenta y cinco años en la Compañía, jubilar y luego morir ahogado por la silicosis) renuncié al trabajo, me fabriqué una mochila de lona que teñí de verde, y sin un peso en los bolsillos me fui a andar los caminos del mundo”.
Ese viaje marcó para siempre al autor. “Fíjate que de no