Rectángulos apagados en donde debería estar la imagen del que escucha: solo un nombre nos anuncia quién –posiblemente– está del otro lado. Alumnos que bostezan o aparecen con la mirada perdida en nuestra pantalla. Pequeños cuadritos que forman un mosaico de desinterés y aburrimiento mientras hablamos. Incluso algunas personas se olvidan de que están frente a una cámara y empiezan a realizar otras actividades con total desenfado, y a veces con imprudencia. Suena conocido, ¿verdad?
El encierro del aburrimiento versus la libertad de no estar más ahí… el fracaso total del orador. Este comentario que mi amigo compartía en forma divertida coincide con la famosa frase que en ocasiones profería el escritor y teórico italiano Umberto Eco: “Si volete fare niente, andate a un congreso” (si quieren h