Usando sus propias manos en muchos casos, comienza la gigantesca tarea de encontrar los restos de sus seres queridos
Alegría, nervios y lágrimas en el regreso de los presos palestinos liberados por Israel tras el acuerdo con Hamás
Ghali Khadr (40) se pasó dos días suplicando a sus padres que huyeran con él al sur de Gaza. Quedarse en Yabalia, en el norte de la Franja, era demasiado peligroso, les advertía. Pero su padre, conocido por su terquedad, se negó. La discusión sobre el tema nunca llegó a terminar. Un bombardeo israelí alcanzó la casa de sus padres, sepultándolos bajo los escombros.
Dos días después de que se anunciara el alto el fuego, Khadr regresó este domingo a la ruina de la casa de sus padres. Tras un día buscando algún rastro de ellos entre los escombros de hormigón y metal retorcido, lo único que encontró fueron fragmentos de sus cráneos y partes de sus manos. “Mi padre, chófer de ambulancia jubilado, era conocido por su fuerza de voluntad y por su paciencia; no conocía el miedo y siempre era optimista”, dice Khadr.
Khadr fue al cementerio con los restos de sus padres y allí descubrió que el camposanto también había sido destruido. Decidió enterrarlos junto a las pocas tumbas aún intactas.
En un primer momento nos hemos centrado en recoger los cadáveres que yacen en las calles para preservar lo que queda de ellos, especialmente por los perros callejeros que han estado atacando los cuerpos
Como Khadr, son miles los palestinos que han regresado al norte de Gaza tras el alto el fuego del viernes con una sombría tarea por delante: desenterrar de los escombros los cadáveres de sus seres queridos, muertos semanas o meses antes durante los bombardeos de Israel.
Según las estimaciones de la agencia de defensa civil de Gaza, bajo los escombros y edificios derrumbados están atrapados los cadáveres de unas 10.000 personas. El cese de los combates ha permitido por fin que el servicio de ambulancias busque a los fallecidos y ofrezca a sus familias la posibilidad de darle un cierre.
Los equipos de rescate tienen por delante una tarea gigantesca: se estima que los escombros en todo el territorio suman un total de 60 millones de toneladas.
Con la mayoría de las carreteras destruidas o bloqueadas por los escombros, y sin maquinaria pesada para facilitarles la tarea, los equipos de rescate tienen que utilizar mazos y picos para abrirse paso lentamente entre los edificios derrumbados. Además, esos escombros están plagados de bombas y municiones sin detonar.
“En un primer momento nos hemos centrado en recoger los cadáveres que yacen en las calles para preservar lo que queda de ellos, especialmente por los perros callejeros que han estado atacando los cuerpos”, dice el jefe de defensa civil del norte de Gaza, Khaled al-Ayoubi, de 64 años.
Otros rescatistas se han visto obligados a excavar con sus propias manos en los escombros. Hasta ahora, solo han recuperado una pequeña parte del total de 10.000 personas desaparecidas. Aún no han comenzado a buscar en las ruinas de edificios de varios pisos.
Según Mohammed al-Mugheer, director de ayuda humanitaria y cooperación internacional en la agencia de Defensa Civil de Gaza, debería ser posible recuperar el total de los cadáveres en un plazo de entre seis y doce meses, siempre y cuando Israel permita la entrada de maquinaria pesada en los próximos días.
Muchos residentes del norte de Gaza no pueden soportar tanto tiempo de espera y han comenzado el regreso a sus hogares en ruinas para buscar por su cuenta a sus familiares.
Yahya al-Muqra, de Yabalia, cree que su hermano Sharif está muerto. El 25 de julio perdió todo contacto con él tras un bombardeo israelí contra su casa. Logró visitar el edificio destruido. No había ni rastro del cuerpo de Sharif. “Fuimos a inspeccionar la zona, pero no encontramos ningún rastro de él, como si se hubiera desvanecido, la casa y todo lo que la rodeaba se había convertido en escombros”, dijo Muqra.
“Los testigos dijeron que lo vieron por última vez cerca de la casa”, añadió. Su hermano padecía epilepsia y a Muqra le preocupaba que hubiera muerto por la falta de medicación, aunque el bombardeo no hubiera terminado con su vida.
El domingo, Muqra tuvo tiempo por fin para buscar a su hermano. Pero trabajando solo no encontró ningún rastro de él. “Esperaba encontrar algo que demostrara que Sharif había estado allí, una prenda, cualquier pista... Necesitamos maquinaria pesada para buscar entre los escombros, pero estas máquinas no están disponibles”, dijo.
Tengo el corazón roto porque mi hermano aún no ha sido enterrado; un solo hueso nos permitiría darle descanso y sentir algo de alivio
Para muchas familias, el dolor de no saber cuándo, dónde o cómo murieron sus seres queridos es inmenso. Llevan meses lejos de sus hogares, esperando en una especie de limbo a que sea posible encontrar como mínimo un fragmento de las personas que perdieron, algo a lo que poder decirle adiós.
Dar esa oportunidad a los familiares es lo que motiva a los equipos de rescate que trabajan sin descanso bajo el intenso sol de Gaza, mientras las familias esperan ansiosas junto a ellos. “Las familias consideran que recuperar los cuerpos de sus mártires es una forma de honrarlos y de preservar sus almas y les tranquiliza saber que sus seres queridos realmente se convirtieron en mártires y ya no están vivos”, dice Fadi al-Salibi (35), trabajador de la agencia de defensa civil.
Muqra espera que en los próximos días se sepa algo sobre el destino de su hermano. Su plan es enterrar a Sharif en el jardín de su casa porque los cementerios del barrio han sido destruidos. “Tengo el corazón roto porque mi hermano aún no ha sido enterrado; un solo hueso nos permitiría darle descanso y sentir algo de alivio”, dice.
Traducción de Francisco de Zárate