Fue un autodidacta que dejó una marca en el rock de los '70 como uno de los pilares de Kiss. Pero también debió lidiar con el alcoholismo, los tiránicos modos de Paul Stanley y Gene Simmons y una carrera solista inevitablemente comparada con sus logros en la banda.

Era el momento en que los parroquianos de After Eight en el barrio de Flores o el Vinicius del centro estallaban de gozo: cuando no existía ni la posibilidad de imaginar algo llamado YouTube, había que ir a la trasnoche de esos lugares para ver a Kiss en el Budokan de Tokyo de 1977. En un pasaje del show, el tipo empezaba a meterle garra a la Gibson Les Paul. Y llegaba el momento cumbre. En plena tormenta de distorsión, reverb y echo, la guitarra de Ace Frehley empezaba a echar humo. El griterío entre la pendejada era atron

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