Yo era un desastre, lo confieso. Cada vez que bailaba pegado a una chica lo hacía con torpeza, siempre más pendiente de no pisarla que de lo otro. Por eso, hace unos días, cuando me enteré de la muerte de John Lodge, el de los Moody Blues, me vino al recuerdo mi torpedad; aquella época de cuando hacíamos los guateques en una casa abandonada. Era a finales de los 70, por el barrio de Tetuán, en un Madrid que ya no existe.

Entonces se llevaban las botas camperas y los ponchos; las faldas largas y los pantalones de campana. Barbas y tabaco negro se alternaban con consignas de tiempos pasados; palabras como “autogestión” y “asamblea” iban de boca en boca, entre el humo del Ducados y las citas clandestinas. Pero todo esto todavía me quedaba muy lejos. Eran cosas de los más mayores, de la generación que me precedía y que terminaría cambiando aquellas consignas por los banderines del campo de golf. La tierra es para quien la trabaja, y la cajetilla de Ducados para los que se rascan el bolsillo. España se convirtió en un país donde hacer dinero era más fácil que comer con hambre, y quien no lo tuviese era un matao . Discurso racista donde los haya.   

El tiempo del cambio llegó con la entrada en la OTAN; para que haya paz hay que estar armado, decían los muy hipócritas, justificando así el ingreso en una organización que va dejando su rastro de sangre ahí por donde interviene. Pero me estoy saliendo de tema. Venía a decir que hace unos días nos dejó John Lodge, del grupo Moody Blues, cuya canción Nights in White Satin daba la señal de salida para que las parejas bailasen muy juntitas en los guateques.

Eran tiempos en los que el pincha-discos era el menos favorecido de toda la fiesta; nadie quería desempeñar tan ingrato trabajo, pues nunca pillaba cacho. Hoy las cosas han cambiado tanto que el pincha-discos es el rey de la fiesta, el puesto más codiciado y la figura mejor pagada de todo el recinto. Ahora se le llama disc-jockey (dj) y una sesión de un dj se cotiza al alza en la noche caníbal. La economía casino es lo que tiene, que lo que hoy se pudre como basura, mañana incrementa su valor. Son las fluctuaciones del mercado, que llaman los entendidos. 

Me vienen a la memoria estas cosas, cuando salía a bailar con alguna chica y mis ojos nunca se posaban en los de ella, sino en sus zapatos que siempre acababan pisoteados. Por eso, un buen día decidí ser el pincha-discos, el más pringao de la fiesta, el que ponía la música cuando tal encargo no estaba cotizado. Y con esto vuelvo a recordar la portada psicodélica de aquel disco de los Moody Blues que yo pinchaba en el momento más oportuno, cuando las parejas se convertían en una sombra del rincón más oscuro.