En otra época, la música no requería de grandes escenarios, bastaba con unas cucharas o una sartén para arrancar el ritmo e improvisar una melodía. La gente hacía música con lo que tenía a mano, y un utensilio de cocina podía amenizar cualquier reunión con amigos. El músico burgalés Diego Galaz lleva años reivindicando esta tradición popular , y en su haber conserva más de un centenar de instrumentos insólitos, que recuerdan cómo éramos capaces de expresarnos con muy poco.
“Una vez que uno se dedica a la música, intenta buscar artilugios que le permitan expresase”, explica el músico. Comenzó su formación de la mano de un gran compañero: el violín, sin embargo, con el tiempo descubrió los placeres de la música popular , y con ella todo un abanico de instrumentos diferentes . El vi