El delicado equilibrio del orden público es y será un dolor de cabeza para las autoridades de todo tipo y los gobiernos de turno. La jornada de protestas del 7 de octubre en varias ciudades de Colombia nos recordó una verdad evidente: la línea que separa la manifestación legítima del desorden es delgada, y mantener el equilibrio entre ambas exige madurez institucional, prudencia operativa y respeto mutuo y mucho profesionalismo.

Las concentraciones convocadas por razones humanitarias en torno al conflicto en Gaza derivaron en bloqueos intermitentes, cierres temporales de estaciones de Transmilenio y algunos daños menores a bienes públicos y mobiliario urbano, pero sin un colapso generalizado del orden público.

En este sentido, puede decirse que la respuesta estatal logró sostener una “co

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