Cuando DJ Kool Herc comenzó a cortar ‘beats’ en fiestas del Bronx neoyorquino a principios de los 70 para que sus congéneres afroamericanos se distrajeran, en esencia, estaba reivindicando la identidad de un pueblo, en aquel tiempo y lugar oprimido, a través de la cultura. Eran viejos sonidos, pero nuevas fórmulas. De ese ‘proto-rap’, enmarcado en el movimiento multidisciplinar del ‘Hip-Hop,’ emanaron un sin fin de corrientes musicales que, a través del diferenciador tamiz de su localización, aglutinan cierto denominador común: el ritmo y la narrativa.

Medio siglo más tarde, el género urbano impregna la raíz de casi todos los idiomas que hoy hablan los jóvenes. Lo entienden, lo disfrutan y lo comparten. Lo hablan con soltura porque son nativos. Pero solo lo hablan entre ellos. Puede que

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