Noruega ha sido, por años, el ejemplo perfecto de cómo un país puede transformar su parque automotor. Las carreteras del país escandinavo están repletas de autos eléctricos, y la gasolina se ha convertido casi en una rareza. Sin embargo, la política que permitió esa revolución está a punto de cambiar.

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El Gobierno noruego ha anunciado que, en los próximos dos años, eliminará las exenciones fiscales que durante más de una década beneficiaron a los compradores de coches eléctricos. La decisión marca el fin de un modelo que muchos países veían como el ideal para acelerar la descarbonización del transporte.

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El impacto será considerable, sobre todo

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