Francia no inventó el funambulismo, cuyo origen hay que buscarlo en la China o en la Grecia antiguas, pero sí es la cuna del funambulista más mediático: Philippe Petit, el hombre que en 1971 cruzó de una torre de Notre-Dame a otra a través de un simple cable y que tres años más tarde repetiría su temerario paseo entre las Torres Gemelas de Nueva York. Ya retirado, Petit proyecta su sombra sobre el actual presidente, Emmanuel Macron, un funambulista de la política que se mantiene apenas en pie sacudido por las embestidas de una crisis política, económica y social que tiene en vilo a media Europa.

Pues bien. En este escenario, solo le faltaba al presidente desayunarse con la noticia de que a 20 minutos a pie de su residencia, en el Museo del Louvre, una banda de ladrones había echado el gua

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