La ciencia lo confirma: somos una especie social, tanto por naturaleza como por evolución. Yuval Noah Harari, en Sapiens , sostiene que nuestra capacidad para cooperar en grandes grupos —gracias a la imaginación colectiva, los mitos y las instituciones— fue lo que nos permitió dominar el planeta.

Otros autores, como el primatólogo Frans de Waal, agregan que la empatía y la cooperación tienen raíces biológicas tan profundas que se observan incluso en los primates. La vida en grupo no fue una opción cultural, sino una condición de supervivencia.

Desde esa perspectiva, la soledad no es simplemente un malestar emocional, sino una contradicción con nuestra biología. La neurociencia ha demostrado que el aislamiento o el rechazo social son percibidos por el cerebro como una amenaza real. Estu

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