El músico acaba de estrenar 'Hasta que me quede sin voz', el documental que cuenta sus problemas de garganta, y acaba de anunciar las nuevas fechas de su gira
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El gorro y el traje de Leiva tienen algo de capa de superhéroe. Cuando se lo pone y se sube al escenario todo lo demás desaparece. Para él y para la gente que le escucha. Son también una máscara desde la que ocultar inseguridades y prejuicios, esos que sí salen en Hasta que me quede sin voz, el documental dirigido por sus amigos Lucas Nolla y Mario Forniés y que ya se puede ver en salas de cine.
El título hace referencia al verso de una de sus canciones, que ahora también se ha convertido en un nuevo tema que acompaña el filme, que se presentó en el pasado Festival de San Sebastián y donde vemos al músico luchar contra sus problemas de garganta, que han afectado a su profesión y se han convertido en uno de sus mayores miedos. De todo ello habla en su visita a elDiario.es mientras continúa con su gira del tour Gigante, que acaba de añadir otras seis fechas en 2026 como colofón final.
Que este documental lo hagan amigos puede tener el riesgo de que hagan la pelota todo el rato…
Yo no quería salir especialmente glorificado, ni cuidado, ni que fuera un acto promocional. Era muy importante eso. Aunque fueran amigos. Y que hubiera siempre una mirada muy poco morbosa y muy poco sensacionalista. Si vamos a contar las cosas no íbamos a hacer una cosa light donde yo quedara de puta madre todo el tiempo. Tenía que ser una película honesta.
Cada vez hay más documentales sobre músicos, ¿por qué le gusta tanto a la gente ver las bambalinas de los artistas?
No lo sé. Yo la verdad es que creo que el documental no viene en buen momento porque yo tengo un poquito de empacho. Personalmente, esa es la realidad. Lo hemos hablado mucho entre nosotros. Supongo que todo el mundo quiere ver qué pasa detrás de los neones, porque mola en un punto. Yo creo que una de las cosas buenas que rescato de esto es quitar ese velo, esa suerte de distorsión que hay sobre las vidas de los músicos, que parece que son vidas muy extraordinarias y que en un punto lo son, porque efectivamente tú te subes en una furgoneta con amigos, llegas a una ciudad, haces música y te pagan. Eso es absurdo. Es una cosa realmente irreal. Pero aparte de eso, está bien que la gente vea que todo el mundo tiene el mismo tipo de problemas y los mismos agujeros negros.
¿Cree que el documental ayuda a quitar los estereotipos que puede tener un artista o una estrella de la música?, ¿a romper esa imagen del canallita, el malditismo en torno a la estrella del rock?
Supongo que en algún momento desorientado de mi vida he contribuido a ello, pero no mucho. Yo creo que es un estereotipo muy fácil y que al final en una cena de empresa de pasta de dientes habrá más cocaína que en un camerino de rock. En el fondo no creo que lo que representaba el rock hace años lo siga representando ahora.
Vi el documental antes de ir al festival de San Sebastián, y poco después tuvo que cancelar un concierto en Guadalajara, y entendí más lo que podía ocurrir. ¿De alguna forma este documental sirve para que la gente que escucha su música entienda un poco todo?
Supongo que, psicológicamente, hay algunas respuestas aquí sobre una cuestión con la que yo ando bregando desde hace años. Habrá gente que pensará, “¿por qué los conciertos de Lei nunca son de más de dos horas?, o ¿por qué hace tan poquitos conciertos?”. Pudiera parecer huraño, pero responde a un obstáculo físico y a una lesión que no me permite hacer las cosas como las hacía antes. No es una justificación, pero colateralmente está bien que la gente sepa que las cosas suceden no por capricho, sino porque hay unas limitaciones.
¿En algún momento le ha dado miedo parecer huraño en esos momentos?
Me ha podido dar pena una suspensión de un concierto o que se interprete de otra forma, pero hay que convivir con ello. Yo creo que no puedes estar siempre pendiente de cuidar lo que la gente ve de ti. Es algo que no lo voy a controlar nunca y creo que si tú vas con tu honestidad arriba y abajo del escenario, las cosas tienen que suceder solas.
Leyendo la noticia de la cancelación me pregunté como se toma una decisión así.
Ha sucedido, afortunadamente, muy pocas veces en mi carrera. En los últimos 10 o 20 años ha sucedido dos veces. Es que somos seres humanos que nos ponemos malos, que tenemos gastroenteritis, faringitis, laringitis, afonías en mi caso derivadas de una infección de garganta, y te frustra mucho la sensación que tienes de defraudar a la gente que ha comprado su entrada e incluso que se ha desplazado desde otros lugares, pero se escapa de tu control. Son decisiones tomadas cuando estás en la cama con 40 de fiebre y no puedes hacerlo. Son circunstancias humanas que lamentablemente hacen mucho ruido cuando tienes una exposición pública, pero igual que tú tienes compañeros que un día se ponen malos y no vienen a trabajar, pues es lo mismo.
¿Cómo lleva esa exposición pública?
Hay que ser justos con los análisis de la situación y yo lo asumo con mucha deportividad, porque tengo una vida alucinante. No puedo ir llorando por las esquinas por el éxito y diciendo que qué duro es ser una persona pública. No me gusta ese discurso porque hay un punto tirano, porque estás teniendo una situación muy privilegiada y es acorde con lo que vives. Otra cosa es que la disfrutes. Yo no la disfruté y a mí nunca me fue bien, pero lo tengo que asumir. Me toca. No es justo. No puedes llenar tres días un sitio de 20.000 personas en Madrid e irte un viernes a las 20:00 de la tarde al 2 de mayo a tomar una cerveza y que la gente no te pida una foto porque no estarías en el mundo. Entonces hay que asumirlo. Yo lo asumo. Otra cosa es que lo disfrute.
En el documental se deja claro que lo suyo tiene mucho de suerte, no hay un relato de ‘me lo he ganado’ o ‘lo merezco’, ¿hasta qué punto cree que la suerte le ha ayudado y hasta qué punto cree que este documental derriba conceptos que están muy de moda, como la meritocracia?
Yo creo que en mi generación todo esto de la meritocracia estaba superpresente en nuestros padres, en nuestros profesores. Eso de que el esfuerzo te va a llevar a lo que tú quieres y lo que tú deseas. Yo estoy bastante en contra porque hay muchas circunstancias sociales y un montón de cosas que tienen una injerencia en ese discurso de la meritocracia. En mi caso, yo identifico algunos momentos muy relevantes en mi vida que han cambiado el rumbo de las cosas y que tienen que ver mucho con la suerte, no con el esfuerzo ni con el tesón. Luego, pues llevo 25 años en la carretera, pero el porcentaje de la suerte en cómo han transcurrido las consecuencias de mi vida es muy alto, mucho más que el del esfuerzo.
En el escenario aparenta una seguridad increíble. Aparece ahí con el gorro, el traje… y de repente vemos en el documental a alguien muy vulnerable, ¿hay una máscara en el escenario?
Yo tampoco conocía esa parte hasta que la he visto en pantalla. Cuando vi la peli me vi preocupado. Más vulnerable, más frágil, y esto es una condición que tengo antes de ser músico. Ya era así cuando era un chaval. El escenario es un ratito donde tú estás jugando y estás haciendo música y lo que se pueda ver ahí es muy difícil que se parezca la vida real. Cuando bajas del escenario es muy importante que te quites el traje y que el superhéroe se quede ahí arriba.
Hasta que me quedé sin voz es el título del documental. Era un verso de una canción, ahora va a ser también una canción para el documental… ¿es también su principal miedo, quedarse sin voz?
Bueno, sí, tengo algunos. Otro es quedarme ciego, porque solo veo por un ojo. Y eso también es un miedo que me aterra. El otro es esta lesión, que no es grave, las cosas graves tienen otros nombres y todos los conocemos, pero sí es muy molesta, muy desgastante y sobre todo interviene en mi día a día, en mi profesión. Al haber perdido un porcentaje alto de voz, pues sí que tengo pensamientos al respecto de qué pasará si esto se estropea.