La muerte deja a su paso planes incompletos. Las palabras que no se dirán, los abrazos suspendidos en el aire, las sonrisas silenciosas. Por eso cuando una persona muere, también se lleva una parte de quienes estuvieron cerca de esa vida.

No contenta con llevarse a un ser vivo, la muerte apaga también las ilusiones de los seres que planearon un encuentro más, una cita, un almuerzo, un viaje que sirviera para alimentar la fuerza de una amistad, la pasión por el arte o simplemente, para esparcir el pensamiento.

Lo único que la muerte no puede arrebatarle a la vida, son los recuerdos y el legado. En esas cápsulas que se guardan con nostalgia quedará siempre el sentimiento de la confesión en bus, o la mañana donde la enseñanza fue faro que iluminó el camino, la luz que guió la vida de muchas

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