Si bien las instituciones le han puesto freno en algunos proyectos puntuales, su avance en la agenda ultraderechista no se detiene. El gradualismo con el que está transformando Italia es el verdadero peligro
Qué quería decir Meloni en el vídeo que ha enamorado a Pérez Reverte
“Se empieza por hacer lo necesario, luego lo que es posible”. En su discurso de victoria, pronunciado el 26 de septiembre de 2022 tras conocerse su triunfo electoral, Giorgia Meloni elegía citar esa frase, atribuida erróneamente a San Francisco de Asís. En ella encerraba el mensaje principal de su estrategia: a partir de ahora, era una pragmática del poder.
Buscaba barrer todo tipo de acusación o estigmatización ideológica que la ubicase en el grupo de ultraderechistas europeos. Al contrario, su gobierno se destacaría por la seriedad, la negociación y la razonabilidad. En otras palabras, Meloni era otra persona. Por arte de magia había abandonado la defensa de consignas asociadas al fascismo, como la famosa “Dios, patria y familia” que usó durante su campaña electoral. Ahora decía “nunca haber sentido simpatía por regímenes antidemocráticos, incluido el fascista”.
¿Tan sencillo era desechar todo lo sostenido durante décadas? Parece que sí, porque poco después de asumir el poder, gran parte de las voces políticas relevantes a nivel internacional aceptaron el relato.
Tras su victoria electoral, sorprendían las declaraciones amigables de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, quien días antes de la elección había advertido sobre un posible triunfo de Meloni. Esto articulaba muy bien con la posición atlantista de la líder de Fratelli d'Italia que no solo apoyaba a la OTAN, sino que se alejaba de Rusia al manifestar su apoyo a Ucrania. Frases como la del líder del Partido Popular español, Alberto Núñez Feijóo, diciendo públicamente que Meloni “no es homologable a otros partidos de extrema derecha” fortalecieron aquella estrategia.
En tiempo récord la primera ministra se beneficiaba de un proceso de normalización inédito que la convertía en la nueva cara del conservadurismo continental y a la vez en una pieza fundamental para la estabilidad de una Europa polarizada y crispada ante desafíos económicos, políticos y sociales sin resolver.
No importaba su cercanía con el húngaro Viktor Orbán, castigado por la Unión Europea; tampoco pesaba su estrecha alianza con otras fuerzas ultraderechistas, como Vox en España o el presidente paleolibertario de Argentina, Javier Milei. Meloni parecía ser la sensación política de aquel 2022.
Sin embargo, entre aquellos apretones de manos y sonrisas para la foto, la pregunta persistía: ¿cuáles eran las prioridades del nuevo gobierno de Meloni? ¿Qué era lo que escondía aquella frase que hablaba de “lo necesario” y, sobre todo, de “lo posible”? ¿Cuál era la Italia que se imaginaba?
Las guerras de Meloni
En agosto de 2023 el cineasta Georg Seeßlen escribió un ensayo titulado 'La sociedad como botín'. Allí desplegó su tesis sobre la hoja de ruta de Meloni a menos de un año de su asunción. Según su análisis, la exmilitante del Movemento Sociale Italiano (MSI) no había olvidado las bases ideológicas posfascistas en las que se había socializado políticamente desde joven. Al contrario, estaban más presentes que nunca y se cristalizaban en la ofensiva sistemática de ataque al Estado de Bienestar y los pobres, a los políticos críticos, a las mujeres, a los extranjeros, a las minorías y a la cultura. Lo llamó las guerras de Meloni.
En los últimos tres años, las medidas implementadas por el gobierno liderado por Fratelli d'Italia demuestran que Seeßlen no se equivocaba y que la orientación hacia una agenda ultraderechista es evidente. Ya en marzo de 2023 se había prohibido la inscripción en los ayuntamientos de hijos de parejas del mismo sexo en el registro civil. De hecho, hasta se impugnaron retroactivamente partidas de nacimiento desde 2017. En su cruzada ultraconservadora para recuperar la supuesta “familia tradicional”, que suele caracterizar al discurso de la derecha radical, en abril de 2024 se habilitó la entrada de asociaciones antiaborto a los consultorios familiares públicos. Algo que representa una obstaculización para el ejercicio del derecho a la interrupción voluntaria del embarazo en un país donde más del 60% de los ginecólogos manifiesta objeción de conciencia.
Por otra parte, ser pobre en la Italia de Meloni se convirtió en sinónimo de exclusión. En agosto de 2023 el Instituto Nacional de Seguridad Social envió un SMS a 169.000 familias informando de que ya no recibirían más la renta básica, conocida en Italia como el Reddito di Cittadinanza. Este número se fue ampliando con el tiempo, dejando a 850.000 familias en peores condiciones económicas que antes de la eliminación de las ayudas, según el Instituto Nacional de Estadística (ISTAT).
La primera ministra argumentaba que nadie en condiciones de trabajar debía cobrar subsidios estatales, mientras que su ministra de Trabajo, Marina Calderone, declaraba que “el trabajo existe y hay mucho” y agregó que la renta básica “le costó a los italianos 25.000 millones de euros en tres años sin producir los resultados esperados”. Con estas declaraciones, el Gobierno se encargaba de estigmatizar la pobreza en lugar de combatirla. Según los datos publicados en octubre de 2025, referidos a 2024, la pobreza en Italia asciende al 9,8% de la población.
A lo anterior se suma el aspecto nativista e identitario presente en el discurso de Giorgia Meloni. El ultranacionalismo combinado con una visión xenófoba ha sido la piedra angular de lo que la primera ministra define como la italianidad. El ser nacional se encuentra resguardado en características étnicas y culturales particulares que, según Meloni, se ven amenazadas por las incursiones migrantes. No es difícil localizar discursos públicos de la líder política apoyando conspiraciones como la teoría del “Gran Reemplazo”, propia de la extrema derecha europea. Esa visión se ha visto plasmada también en sus medidas de gobierno.
De hecho, una de las primeras decisiones de Meloni en diciembre de 2022 fue establecer restricciones para las ONG que rescataban migrantes en el mediterráneo. Con él se limitaban los rescates a uno por salida del puerto, obligando a los barcos a retornar en cada ocasión, entre otras limitaciones. El caso del naufragio de Cutro en febrero de 2023 donde murieron 94 personas, incluyendo 20 menores, generó controversia y expuso las consecuencias humanitarias negativas de este tipo de medidas.
El premierato (fallido)
En el manual de la derecha radical en el poder se señala como paso previo a una pronunciada deriva autoritaria la intromisión en la Justicia por parte del Ejecutivo. Esto lo representan fehacientemente casos como el de Hungría con Orbán o el de El Salvador con Nayib Bukele, donde el proceso de concentración de poder busca acceder al control de los tribunales mediante distintas estrategias. En 2023 el Gobierno italiano diseñó una reforma judicial que está pendiente de aprobación por parte del Parlamento. La idea es polémica, ya que se considera que no solo no mejora el sistema, sino que rompe la autonomía corporativa de la magistratura, lo que facilita que el Ejecutivo ejerza mayor influencia sobre los fiscales. Pese a las críticas, Meloni pretende aprobarla antes de que finalice su mandato.
Las reformas constitucionales son una herramienta predilecta para los gobiernos controlados por la derecha radical. El caso italiano no es la excepción. En noviembre de 2023 Meloni anunció lo que ella misma ha bautizado como “la madre de todas las reformas”: el premierato. El nuevo sistema habilitaría la elección directa del primer ministro y un premio del 55% de los escaños para la alianza ganadora. Esto se traduciría en el control de dos de los tres poderes del Estado, lo que podría derivar de forma casi inevitable en un hiperpresidencialismo y con ello quedar a pocos centímetros del autoritarismo.
Actualmente, el proceso de aprobación ha quedado estancado, puesto que Meloni no quiere quedar atada a una posible derrota. Tras la aprobación inicial en el Senado en junio de 2024, el Gobierno no ha conseguido lograr las mayorías de dos tercios necesarias para continuar con el proceso parlamentario, y esto obligaría a llamar a un referéndum popular que, dado lo que indican las encuestas, podría resultar en un revés para la primera ministra. Frente a ese escenario, la líder ultraderechista apuesta a posponer el proyecto para la siguiente legislatura.