Por: Juanita Tovar

Cuando una sociedad decide juzgar a uno de sus expresidentes —y más aún a una figura tan polarizadora como Álvaro Uribe Vélez—, lo que está en juego no es solo la inocencia o culpabilidad de una persona, sino la confianza en las instituciones que administran justicia. La reciente decisión del Tribunal Superior de Bogotá de absolver al exmandatario, revocando la condena en su contra, marca un punto de inflexión para el sistema judicial colombiano. No solo porque corrige una sentencia que consideró deficiente, sino porque nos enfrenta a una pregunta esencial: ¿podemos seguir creyendo en la solidez de nuestras instituciones cuando los fallos de primera instancia exhiben errores tan graves?

El Tribunal fue enfático: el fallo de la jueza Sandra Heredia fue deficiente, la va

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