Mientras el expresidente de la Generalitat de Cataluña, Carles Puigdemont, encara la realidad de un nuevo invierno en las frías tierras de Bélgica, su portavoz en el Congreso, Míriam Nogueras, sacaba el látigo verbal para amenazar la continuidad de un gobierno que se mantiene en la superficie a manotazos, pero que está seguro de que ninguno de sus socios de legislatura irá más allá del bloqueo de algunas leyes demasiado escoradas a la izquierda o del desahogo declarativo de cara a sus votantes. Al menos, esa es la realidad que perciben tanto el PSOE como el Partido Popular, que no dieron la menor importancia a la intervención de la nacionalista catalana, enzarzados en un cruce de acusaciones que cada vez lleva a nuevos territorios de presunta corrupción. En efecto, las sesiones de control
Gobierno a manotazos, seguro de no caer

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