La epilepsia, una enfermedad neurológica con registros históricos desde el año 4000 a.C. y que afecta a más de 50 millones de personas en todo el mundo, continúa siendo un desafío para la medicina moderna. Esta condición se caracteriza por convulsiones recurrentes y episodios de pérdida de conciencia, y la búsqueda de nuevas herramientas diagnósticas es una prioridad para mejorar su tratamiento.
Un avance significativo en este campo fue logrado por investigadores argentinos que identificaron alteraciones metabólicas en la sangre de pacientes epilépticos, lo que podría traducirse en biomarcadores útiles para el diagnóstico y seguimiento de la enfermedad. Estos indicadores biológicos permiten medir procesos fisiológicos o patológicos, facilitando un diagnóstico temprano y la personalización