Detrás de los 875 mil seguidores en TikTok y los 225 mil en Instagram, había una joven que no solo mostraba outfits o rutinas de belleza. En sus videos cortos, entre maquillajes y viajes, hablaba de lo que nadie más en su entorno quería tocar: ansiedad, presión familiar, la culpa de no ser lo suficientemente “buena” para una cultura que exige perfección. En Filipinas, donde creció, sus publicaciones generaron críticas feroces —algunas desde cuentas anónimas, otras desde voces conocidas. Ella respondía con calma. Nunca con odio.

Su padre, Kim Atienza, presentador de televisión con décadas de trayectoria, y su madre, Felicia, emprendedora del bienestar, no solo lloraron como padres. Lloraron como defensores de una generación que se desgasta en silencio. “ Emman had a way of making peo

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