Parece que el armario del próximo otoño se prepara para una purga en toda regla. La moda, fiel a su ciclo de renovación, ha decidido sentenciar varias de las tendencias en calzado que hasta hace poco parecían inamovibles, marcando así el fin de una era estilística dominada por la exageración. Las primeras en caer son esas zapatillas de deporte de volúmenes desproporcionados, junto a los imposibles tacones de aguja con plataforma, dos siluetas que ceden su espacio a una elegancia más contenida y atemporal.

De hecho, la reorganización llega a todos los niveles del zapatero. Los botines cortos que se ajustaban al tobillo, una constante en las últimas temporadas, pierden definitivamente su hegemonía. En el terreno del calzado plano, las clásicas bailarinas, que fueron un básico indiscutible

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