En Zaragoza, todas las miradas apuntan inevitablemente a la  Basílica del Pilar , ese templo barroco que se ha convertido en símbolo de la ciudad y orgullo de los maños. Pero a escasos metros de su plaza se levanta otra maravilla, más discreta y silenciosa, que ha sido testigo de la historia desde los tiempos de los romanos:  La Seo de Zaragoza , también conocida como la  Catedral del Salvador . Dos templos diferentes que no compiten, sino que se complementan, formando el corazón espiritual y artístico de la capital aragonesa.

Una catedral con dos mil años de historia

En el mismo solar donde hoy se alza la  Catedral del Salvador , estuvo primero el foro romano de Caesaraugusta y, más tarde, la Mezquita Mayor de Saraqusta, cuando la ciudad era musulmana. De aquella etapa aún se conserva parte del antiguo minarete, integrado en la actual torre barroca. Fue en el siglo XII cuando comenzaron las obras de la nueva catedral cristiana, que a lo largo de los siglos iría sumando estilos tan diversos como el románico, el gótico, el renacentista, el barroco y, por supuesto, el  arte mudéjar .

Esa superposición de estilos convierte a  La Seo de Zaragoza  en un auténtico libro de piedra, donde cada rincón revela una época distinta. La cabecera conserva ábsides románicos, las naves se cubren con bóvedas de crucería gótica y, en el exterior, el muro de la Parroquieta luce una de las decoraciones mudéjares más impresionantes de Aragón, con ladrillo, cerámica vidriada y arcos entrelazados. No es casualidad que este conjunto forme parte del Patrimonio Mundial de la UNESCO.

Durante siglos, fue el principal templo de la diócesis y escenario de coronaciones reales, concilios y actos solemnes del Reino de Aragón. Su torre, coronada en 1704 con un chapitel barroco, domina el perfil del casco antiguo con elegancia sobria, mientras en su interior destacan el retablo mayor —una obra maestra del gótico flamenco— y el museo de tapices, considerado uno de los más importantes del mundo.

La vecina silenciosa del Pilar

Hablar de Zaragoza es hablar del  Pilar , y nadie lo discute. Pero en la misma  Plaza del Pilar , a apenas unos pasos de distancia,  La Seo  guarda una belleza diferente: menos monumental, quizá, pero más íntima y compleja. Si la basílica simboliza la devoción popular, la  Catedral del Salvador  representa el pulso histórico, artístico y político de la ciudad.

Mientras el bullicio llena los soportales de la plaza y los peregrinos entran al Pilar con flores y promesas, cruzar el umbral de  La Seo de Zaragoza  es sumergirse en un silencio casi monástico. Su luz tamizada por vidrieras, el juego de mármoles y dorados, y el olor a piedra antigua transmiten la sensación de estar en un lugar que ha sobrevivido a imperios, guerras y reconstrucciones sin perder su esencia.

La convivencia entre ambos templos no es una cuestión de rivalidad, sino de equilibrio. Uno mira hacia el río Ebro y hacia el fervor de los fieles; el otro, hacia el pasado de una ciudad que fue romana, musulmana y cristiana. Entre los dos conforman una de las plazas más emblemáticas de España, donde se cruzan la fe, la historia y el arte.

Una joya que merece detenerse

Visitar Zaragoza sin entrar en  La Seo  es perderse una de las piezas fundamentales de su patrimonio. Su valor no reside solo en la arquitectura, sino en lo que representa: la continuidad de una ciudad que ha sabido convivir con todas sus etapas y creencias.

Así que la próxima vez que te acerques a la  Plaza del Pilar  y alces la vista hacia las torres del  Pilar , dedica unos pasos más y entra en  La Seo de Zaragoza . Es, sin duda, una de esas catedrales que no buscan ser protagonistas, pero que, una vez dentro, se quedan contigo para siempre.