“Los bancos centrales debemos ser cautelosos a la hora de opinar”, defiende el gobernador del Banco de España, José Luis Escrivá (Albacete, 1960). Una de las grandes diferencias con sus predecesores está ahí: en no opinar con contundencia sobre áreas que no son su competencia. Es muy prudente al hablar de pactos de renta: “Las decisiones sobre salarios las tienen que tomar los agentes sociales”. O sobre impuestos, como el que afecta a la banca: “El Banco de España no debe opinar sobre temas impositivos, porque son elementos fuertemente redistributivos, y no tenemos legitimidad democrática”.
Escrivá sí defiende que la independencia del Banco de España le obliga a rendir cuentas: “Tienes que explicar muy bien lo que haces para que los ciudadanos puedan entender cómo funcionas y qué decisiones tomas”. También se pronuncia algo más al hablar de la vivienda, donde cree imprescindible “aumentar la oferta”, construir más. “La vivienda es un tema muy relevante”, argumenta. “La evidencia demuestra que España tiene mucho margen para que las políticas públicas redistribuyan mejor”. También recuerda que el proyecto de ley sobre la autoridad del cliente financiero, que está en el Parlamento, le daría al Banco de España competencias para proteger a los hipotecados vulnerables.
¿Qué preocupa más al Banco Central Europeo (BCE) en este momento?, ¿el escaso crecimiento de la eurozona o la inflación?
Con el mandato que tiene el Banco Central Europeo, que es la estabilidad de precios, eso es lo que nos preocupa en primer lugar. Es verdad que también tenemos que mirar todo el conjunto de políticas que terminan afectando en distintos horizontes a los precios, pero la gran contribución que los bancos centrales hacen a la sociedad es asegurar que mantenemos el valor del dinero y el poder adquisitivo de los ciudadanos.
¿Habrá pronto nuevas bajadas de tipos?
Lo que está comunicando el BCE en sus declaraciones después de cada reunión, y tendremos una próximamente, es que una vez que la inflación está realmente en el objetivo, que es el 2%, nos parece que es un buen momento para mirar hacia adelante y pensar que el nivel actual de los tipos de interés es el apropiado.
¿Cómo son los debates dentro del consejo del BCE? ¿Es fácil el consenso? ¿Son más duros de lo que usted esperaba antes de llegar allí?
Yo fui director de la división de Política Monetaria del BCE en los primeros años de la Unión Monetaria y he conocido un poco cómo ha evolucionado. De las cosas que más me ha agradado del modelo actual, en el que se discuten las decisiones de política monetaria y se lleva un proceso de formación de criterio y de consenso, es la labor que desarrolla la presidenta del Banco [Christine Lagarde], como persona que tiene que facilitar ese debate a través de una gran transparencia. Los miembros del consejo antes no tenían acceso a tanta información tan pronto para prepararse las reuniones como ahora.
Cogiendo la definición que siempre se suele usar en el Banco Central sobre los partidarios de más austeridad y más generosidad, ¿usted es halcón o paloma?
Hay muchos estereotipos. Cuando veo las clasificaciones por parte de especialistas, e incluso de agencias, que hacen de los distintos gobernadores, y veo lo que ocurre dentro del Consejo, las correspondencias no son muy exactas. Más que halcones o palomas… la economía no es una ciencia exacta, tiene mucha incertidumbre, y hay que valorar las condiciones del entorno en el que se desarrolla la política monetaria del euro. Hay escenarios alternativos. Vamos cambiando de opinión según vamos valorando de una forma distinta, o con matices, los elementos que deben llevarnos a la formación de criterio. No es un concepto estático.
¿El sistema bancario español necesita fusiones o habría más competencia y mejores condiciones para sus clientes con más bancos?
Ese es terreno de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia [CNMC]. Nosotros tenemos otras competencias: en solvencia, en protección del consumidor, en sistemas de pagos. Yo tendería a pensar que a veces algunos problemas que se perciben como de falta de competencia en el sistema bancario tienen más que ver con la asimetría de información entre el cliente y el banco. A través de la educación financiera –y eso sí que es una competencia nuestra– debemos trabajar para que los ciudadanos, los autónomos, las empresas tengan mejor cultura financiera, mejor información y puedan interaccionar mejor con los bancos. Creo que esto es más eficaz para tener determinados resultados que la propia microestructura del mercado.
Usted ha criticado que una OPA en el sector financiero como la que hemos vivido con el BBVA y el Sabadell no puede tardar tanto tiempo en resolverse. Al margen de cambiar los tiempos, ¿qué más habría que cambiar en la regulación?
De nuevo, muchas de las cuestiones son competencia de otra institución independiente, que es la Comisión Nacional de Mercados de Valores [CNMV]. Pero sí creo, y es lo que yo he dicho, que períodos tan largos en los cuales entidades están dedicando sus energías a defenderse o a diseñar una estrategia para que la OPA tenga éxito me da la impresión de que no es el mejor de los mundos.
No tengo conocimiento de que haya ninguna otra OPA en marcha
Desde el punto de vista de la solvencia del sector financiero, ¿son necesarias más fusiones?
No sé si están suficientemente aquilatados los términos del debate. Por una parte, en un mundo en el que la tecnología es muy importante y en el que hay que hacer grandes inversiones en ciberseguridad y en plataformas digitales, tener tamaño y capacidad para poder explotar esas economías de escala es una ventaja. Por otro lado, creo que para determinados servicios bancarios, como en el de las micropymes, por ejemplo, tener una banca de proximidad que conozca bien la realidad local puede ser una ventaja.
¿Y cree que habrá más fusiones en el sector financiero tras esta OPA fallida del BBVA sobre el Sabadell?
No tengo conocimiento de que haya ninguna otra en marcha.

Si hablamos de macroeconomía, el crecimiento del PIB español lleva muchos años por encima de la media europea. Cuando le preguntan a usted fuera de España, ¿cómo lo explica?
Me lo preguntan con mucha frecuencia. No solo es que el crecimiento sea muy elevado, sino que la brecha positiva de crecimiento con Europa está a unos niveles sin precedentes. Y eso es, si cabe, más sorprendente o destacable, porque la economía española no ha hecho más que integrarse económicamente con el resto de Europa, por lo que la capacidad de diferenciación en principio debería ser menor. Por eso es singular la situación. Yo diría que se ha configurado un entorno europeo post COVID y post guerra de Ucrania donde hay todo un conjunto de elementos que favorecen a la economía española y que además hacen que determinadas políticas por las que ha apostado España durante cierto tiempo sean palancas de crecimiento mayor.
¿Como los cambios tras la pandemia, con el turismo, el consumo, el ocio?
Sí, hay tres o cuatro elementos que ayudan a hacer más eficaz la economía española. Ha habido un cambio de preferencias en los europeos hacia el ocio. Y una economía que produce más servicios de ocio y de turismo se beneficia a costa de economías que producen otro tipo de cosas en mayor medida. Pero hay otros elementos también que inciden.
España se beneficia de tener buenas leyes migratorias. Por ejemplo, somos uno de los pocos países en el mundo que ha regulado los nómadas digitales, o tenemos buenas normas para atraer trabajadores especializados de una forma ágil
¿La inmigración es uno de ellos?
Sí, pero yo creo que la inmigración más bien es un elemento que hace que lo que en otros países está siendo un importante cuello de botella en el mercado de trabajo por falta de trabajadores, y que se convierte se convierte en un limitador del crecimiento, en España no lo está siendo. Yo no creo que sea el elemento central, siendo muy importante. Pero en España están creciendo mucho, después del COVID, los servicios no turísticos porque se ha percibido que el teletrabajo es más factible de lo que pensábamos. España se beneficia de tener buenas leyes migratorias. Por ejemplo, somos uno de los pocos países en el mundo que ha regulado los nómadas digitales, o tenemos buenas normas para atraer trabajadores especializados de una forma ágil. Y después tenemos una cuestión que es muy importante: una buena red de digitalización y de fibra, una buena conectividad.
¿Es un crecimiento sostenible a largo plazo?
Va a depender mucho de que alguno de estos elementos pueda sostenerse en el tiempo, pero también de que nosotros seamos capaces de que estas políticas que han tenido continuidad las llevemos hacia adelante. Otro elemento, por ejemplo, que no he citado anteriormente: España ha reducido muchísimo los costes energéticos para las empresas. Eso requiere unas políticas continuadas de apuesta por las energías renovables, que son las que en este momento han abaratado el coste y nos han dado una ventaja competitiva.
Los datos macroeconómicos son francamente buenos: el PIB, el empleo, la prima de riesgo o los ratings de las agencias de calificación. Pero muchos ciudadanos creen que las cosas no marchan tan bien, especialmente con el precio de la vivienda. ¿Es lo que más le preocupa?
España tiene mucho margen para que las políticas públicas redistribuyan mejor. La vivienda es un tema muy relevante. Es una preocupación social y también desde el punto de vista del mercado de trabajo y el movimiento económico. El Banco lo ha estudiado mucho y ha aportado elementos singulares y bien trabajados al debate, sobre todo en determinados ámbitos de vivienda asequible en alquiler, donde hay una carencia particularmente grande. A medio plazo, necesitamos expandir la oferta y, al mismo tiempo, dado que esta se ajusta con lentitud, hay que gestionar situaciones transicionales, donde se pueden aplicar políticas de demanda. Pero me preocupa que centrándonos en estas políticas nos olvidemos de que hay que construir y movilizar oferta, que requiere una coordinación mucho mejor entre los tres niveles de la administración.
¿Hay una burbuja inmobiliaria? ¿La subida de precios va a continuar?
Cuando definimos una burbuja inmobiliaria, como la que hubo en la primera década de este siglo, lo que vemos es un exceso de demanda insostenible, que empuja los precios de forma desmesurada, en una dinámica que retroalimenta el proceso, y con una posición financiera insostenible de las familias. Eso explicó que la burbuja explotara, pero aquí no tenemos esa caracterización. Es cierto que, como resultado de una oferta insuficiente y de forma más heterogénea geográficamente que en el pasado, tenemos estas dinámicas de precios. De todas formas, el precio de la vivienda, en términos reales, está hoy en el nivel del año 2003-2004 y ni siquiera en los sitios con los niveles más altos estamos en los máximos. Esto no quiere decir que no haya que seguir con mucho cuidado y preocupación dinámicas de precios muy fuertes en determinados mercados.
¿Se plantean tomar medidas de supervisión en el Banco de España para exigir a la banca que proteja a los hipotecados vulnerables?
El proyecto de ley sobre la autoridad del cliente financiero, que está en el Parlamento, nos daría esas competencias.
¿Impuesto a la banca? Le vemos problemas de diseño, pero ni el BCE ni el Banco de España deben opinar sobre temas impositivos
La banca está hoy en niveles récord de beneficios y dividendos. ¿Apoya usted que el impuesto extraordinario se haga permanente o está en contra, como ha manifestado el Banco Central Europeo?
Lo que vemos son problemas de diseño, pero ni el Banco Central Europeo ni el Banco de España deben opinar sobre temas impositivos, porque son elementos fuertemente redistributivos, y no tenemos legitimidad democrática para decir a quién hay que poner un impuesto.
Con los datos que tiene el Banco de España, ¿cree que algún día los contribuyentes españoles podrán recuperar el dinero que costó el rescate de las cajas en la anterior burbuja inmobiliaria? ¿Cuánto dinero fue?
El efecto de la crisis está relativamente acotado. Fueron unos 70.000 o 80.000 millones de dinero público que hubo que asumir por parte de todos los ciudadanos y no hay mecanismos de recuperación.
Usted fue el ministro de Seguridad Social que logró el histórico acuerdo para equiparar en 2032 las cotizaciones de los autónomos con las de los asalariados. Es una reforma que ahora se ha detenido al renunciar el Gobierno a subir las cuotas. ¿Qué consecuencias puede tener ese parón y cómo lo valora?
Sería oportuno recordar que la cotización por ingresos reales de los autónomos fue, probablemente, el elemento que más consenso suscitó, tanto en el Pacto de Toledo como con las propias organizaciones sindicales, patronales y las de autónomos y, después, en el ámbito político de decisión final. También hubo cierto consenso, como se reflejó en la elaboración de la norma, en que era deseable que hubiera un periodo progresivo para que se vayan adaptando a esa cotización, como lo hacen los asalariados, por sus ingresos reales y, al mismo tiempo, que haya un mecanismo de reforzamiento de las prestaciones que les proporciona el sistema.
En esta clave, hemos visto como muchos profesionales autónomos, sobre todo abogados, han pedido cotizar más para tener más prestaciones sociales.
Para que lo entienda un ciudadano medio, ¿por qué es tan importante el euro digital?
Cuando pagamos con un billete de euro o incluso cuando hacemos una transacción bancaria, detrás está el Banco Central. Es el que da garantía a ese pago, da seguridad y valor porque está en el balance del Banco Central. En la medida en la que en el mundo digital, donde hay nuevas tecnologías que son muy interesantes, que dan posibilidades de pagos que antes no teníamos, instrumentos como por ejemplo la tokenización, debemos incorporarlos a las formas de emisión de billetes del Banco Central. Sería un error que no diéramos esa opción a los ciudadanos y fueran emisiones puramente privadas de dinero.
Como banquero central, ¿cómo valora las presiones de Donald Trump sobre la Reserva Federal estadounidense?
En casi todo el mundo los bancos centrales son independientes y los gobiernos renuncian a decidir sobre las condiciones monetarias, los tipos de interés y otra serie de instrumentos porque existe el riesgo de que consideraciones de corto plazo electorales lleven a políticas que generen inflación. La inflación es un impuesto enormemente regresivo, que erosiona el poder adquisitivo de todos los ciudadanos y que tiende a concentrarse en los de renta más baja. Por razones de equidad y de estabilidad de las economías, hay que dar una orientación a medio plazo que trascienda los ciclos políticos. Por eso es preocupante [la presión de Trump].
Hablando de inflación, durante el pico de hace unos años, su predecesor insistió en un pacto de rentas pidiendo moderación salarial. Ahora, los informes del propio Banco de España y otros organismos confirman que gran parte de esa inflación fue impulsada por un aumento de los márgenes empresariales más que de los salarios. ¿Se equivocó el Banco de España al poner el foco en los salarios y no en los beneficios de las grandes empresas?
Mucha gente opinó que había que hacer un pacto de rentas, incluso desde el Gobierno. Yo nunca opiné eso porque creo que las decisiones sobre salarios las tienen que tomar los agentes sociales. Los gobiernos no deben interferir en las decisiones que toman genuinamente, entre los representantes de los empresarios y los trabajadores. Personalmente, nunca me he sentido cómodo en ese debate y creo que es muy difícil encontrar un banco central que haya opinado sobre este tema.
Sin embargo, una de las características de los últimos gobernadores es que han sido muy intervencionistas desde el Banco de España sobre las políticas públicas. Han opinado de prácticamente todas.
Los bancos centrales tienen que ser cautelosos para opinar sobre las políticas de terceros por su déficit de legitimidad democrática. Nosotros tenemos poderes delegados muy importantes en política monetaria, en estabilidad financiera, en sistemas de pagos, en supervisión bancaria. Los poderes públicos nos han dado esas responsabilidades y eso es lo que tenemos que hacer bien, esa es nuestra legitimidad.

¿Hacen falta fusiones transfronterizas, es decir, que se genere un único mercado financiero de toda Europa, en vez de, como hay ahora, bancos que operan cada uno en sus distintos países?
Yo quitaría énfasis a este tema porque, en la parte minorista, la competencia no es entre un banco finlandés y uno español. En la parte mayorista existe realmente un mercado europeo. Quizá no para las pymes o las micropymes, pero sí para las empresas medianas y las grandes. Lo que falta en Europa es un mercado de capital riesgo que movilice el ahorro y realmente apueste por las compañías innovadoras europeas que necesitan un capital que los bancos no le van a dar, porque no están especializados en dar capital, sino en dar créditos y, además, están penalizados por regulaciones internacionales para dar crédito a largo plazo.
¿Europa podría permitirse elevar el gasto militar al 5%, como pide Donald Trump?
Decidir en qué gasta cada país lo que recauda con los impuestos es una decisión soberana. Otra cosa es que, en un contexto en el que la seguridad europea se ha convertido en un bien público, uno deba tener una sensibilidad con estos temas. Este no es un ámbito de los bancos centrales pero lo que yo diría es que hay que decidir a nivel nacional cómo se quieren asignar los recursos públicos y tener interiorizado el entorno europeo en el que nos desenvolvemos.
En distintas intervenciones ha hablado de aumentar la transparencia del Banco de España y ha hecho, por ejemplo, una política para hacer visitas al propio banco. ¿Ha sido el banco opaco en el pasado?
Cuando yo llegué, el Consejo de Gobierno acordó revisitar el reglamento del banco, que estamos analizando en este momento. En esa evaluación se ve que, efectivamente, hay pocos artículos dedicados a la rendición de cuentas, por lo que podemos reforzar la transparencia. Creo que cuanto más independiente se es, más cuentas se tienen que rendir. Además, si no tienes una legitimidad democrática, porque tus poderes son delegados, tienes que explicar muy bien lo que haces para que los ciudadanos puedan entender cómo funcionas y qué decisiones tomas.
Usted es funcionario del Banco de España desde 1985. ¿En su opinión, en estos 40 años, qué es lo que mejor ha hecho y lo que peor ha hecho la institución?
El Banco de España ha contribuido siempre, dando elementos a los Gobiernos y en los papeles que ha tenido a nivel europeo, a que España se fuera integrando cada vez más con Europa. En 1985 ni siquiera estábamos en la Unión Europea, después entramos en el sistema monetario y nos preparamos para la unión monetaria. Desde el primer momento, el Banco fue un contribuidor muy importante para todo el proceso de diseño de esa política monetaria europea y su ejecución. Además, es muy respetado técnicamente en este ámbito. Donde ha habido más claroscuros, sobre todo en un periodo particular, es en la supervisión bancaria.

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