Al lado de casa hay una tienda muy rara de antigüedades, donde junto a docenas de objetos extraños pero atractivos, piezas sueltas de quién sabe qué, muñecas, armas y algún cartel publicitario de aspecto decimonónico, en un rincón oscuro hay una vieja escafandra de buzo, de latón con refuerzos de cobre y un amarillo brillante, que parece sacada de un tebeo de Tintín, acaso Tintín en las profundidades, que no he podido leer porque no existe. Me encanta esta escafandra, que además haría juego con unos pies de plomo. Pero o nadie la quiere comprar o el dueño de la tienda, al que imagino también con cara de antigualla y pelo desgreñado, la tiene sólo como reclamo y no piensa venderla, porque lleva ahí, reluciente en el rincón, más de diez años y cada día cuando paso por delante camino del esta

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