El vía crucis de Custodio Ballester, coadjutor de la parroquia San Sebastián de Badalona, ha durado casi nueve años. Todo comenzó El 29 de diciembre de 2016 cuando el cura barcelonés osó publicar en la revista Somatemps un artículo de ursulino título: El imposible diálogo con el Islam . Columna que daba respuesta a otra que había escrito el arzobispo de Barcelona, el inefable y filoindependentista Juan José Omella: El necesario diálogo con el Islam . Un Islam que, dicho sea de paso, tiene como indisimulado objetivo exterminar el cristianismo.
Apenas un año más tarde, la asociación Musulmanes contra la Islamofobia le denunció por incitar al odio. El escrito de este grupúsculo durmió el sueño de los justos hasta que en 2020, la entonces fiscal de Delitos de Odio de Málaga, María Teresa Verdugo, que no debía tener cosa mejor que hacer mientras morían miles de malagueños víctimas de la pandemia que no quiso parar Sánchez, se querelló contra Ballester, otro sacerdote (el octogenario Jesús Calvo) y el director del residual y ciertamente ultra periódico Alerta Digital , Armando Robles. Esta sujeta metió a los tres en el mismo saco: palante por delito de odio. Para los dos primeros reclamaba tres años de prisión, para el tercero, cuatro.
El caso más sangrante es el del religioso catalán. Sus afirmaciones en el artículo de opinión de Somatemps no sólo respetaban los márgenes de la libertad de expresión, que como cualquier otro derecho es finito, sino que además la mayor parte de ellos sería suscribible por cualquier persona medianamente realista:
1.- «El islam es una religión de violencia que se ha extendido por la espada», sostenía para empezar. Una declaración que es purita historia.
2.-«En las mezquitas no se predica el amor al prójimo sino la destrucción y el exterminio del infiel». Esto no es un bulo sino el Corán, amigos, por tanto otra verdad como un templo o como una mezquita. Al respecto conviene no olvidar que muchos de los terroristas que han perpetrado los más sangrientos atentados yihadistas de los últimas décadas en Europa fueron instruidos por imanes radicales.
3.- «Los musulmanes son como las termitas, una mancha depredadora que se extiende y destruye, hay que pararles los pies sin violencia, si puede ser, pero con firmeza”. Unas palabras que pueden considerarse una de esas generalizaciones que resultan la mayor de las injusticias pero no un ilícito penal por mucho que nos estrujemos la sesera.
4.- «Vienen millones de inmigrantes que quieren arrasar con todo». Otras palabras discutibles, que por cierto comparten decenas de millones de europeos, pero en absoluto querellables. Las ideas antagónicas no son delito en el 99,9% de las ocasiones. Y, obviamente, ni esta afirmación ni las tres anteriores forman parte de ese 0,1% de opiniones que pueden encuadrarse en el artículo 510 del Código Penal. Ni en 20 reencarnaciones estas nueve palabras representarían un delito de odio.
5.- «Una cosa es que no despreciemos a las personas por lo que creen y piensan y no las persigamos por ello, y otra bien distinta que tengamos que poner a hibernar nuestra fe para que no choque con el dogma progre y con la ideología que le ha declarado la guerra a nuestra fe. Con el gravísimo inconveniente añadido de que se la han declarado también a las personas. En los países donde los musulmanes tienen el poder, los cristianos son brutalmente perseguidos y asesinados. ¿De qué diálogo hablamos pues?». Nada que objetar en este caso pues Ballester se limita a poner encima de la mesa lo que resulta casi una perogrullada.
Las tesis de Custodio Ballester que no sólo no incurren en ningún tipo de ilegalidad sino que, además, muchas de ellas constituyen una evidencia incontrovertible
María Teresa Verdugo prosiguió su inquisición contra Custodio Ballester por tierra, mar y aire, amparándose en ese 510 del Código Belloch que fue convenientemente aderezado mediante una ley orgánica del Gobierno socialcomunista en 2022. Y hace escasamente un mes comenzó el juicio por un artículo publicado hace nueve años y unas declaraciones efectuadas hace ocho en un programa marginal de TV en streaming . La Audiencia Provincial de Málaga ha tardado menos de tres semanas en absolver a Ballester, Calvo y Armando Robles. Y eso que las opiniones vertidas por Calvo en un artículo en Alerta Digital son vil negacionismo del Holocausto: «No hay ninguna prueba contundente ni concluyente que pruebe la discriminación a los judíos en la Alemania nazi, el tiempo ha dado la razón a Adolf Hitler». Una repugnante salvajada que, a mi juicio, sí encajaría en ese delito de odio que se tipificó en 1995 para perseguir el racismo, la xenofobia, la justificación del genocidio y, naturalmente, ese antisemitismo que está hoy más vivo que nunca desde el final de la Segunda Guerra Mundial gracias a la izquierda mundial.
Sea como fuere, nada tienen que ver estas salvajadas de Calvo, un tipo diagnosticado de trastorno de la personalidad, con las tesis de Custodio Ballester que no sólo no incurren en ningún tipo de ilegalidad sino que, además, muchas de ellas constituyen una evidencia incontrovertible. La Sección Primera de la Audiencia Provincial de Málaga emplea la táctica del cajón de sastre al equiparar unas y otras. Y lo hace recordando que «unas manifestaciones desafortunadas, extremas y radicales no son un delito de incitación al odio» para, acto seguido, apostillar: «Odiar no es delito, como tampoco lo es publicar y difundir tal odio. Ni lo es igualmente estar orgulloso o vanagloriarse de tales mensajes».
Los magistrados insisten en que para que una conducta sea penalmente relevante debe ir mucho más allá: «El mensaje debe ir acompañado de un fomento claro y manifiesto del odio hacia uno de los grupos protegidos por tal delito». De hecho, la norma penal española deja meridianamente claro que para que concurran las características delictivas debe invitarse a «la hostilidad, la discriminación o la vilolencia». Nada que ver con El imposible diálogo con el Islam de Ballester.
El delito de odio, que existe en todas las legislaciones democráticas, se reguló en España en el Código Penal de 1995, más conocido como «Código Penal de la democracia» o «Código Belloch» en obvia referencia al ministro de Justicia que alumbró el texto. Está pensado, básicamente, para proteger a minorías. Aquí y en Japón. El problema es que los autócratas del mundo lo emplean bastardamente para perseguir al disidente de turno o al oponente político de guardia en una suerte de torquemadismo que va in crescendo . Una coletilla, la de la instigación al odio ideológico, permite a Pedro Sánchez y demás autócratas del mundo emplearlo para amedrentar, cuando no aterrorizar, a los que no piensan como ellos.
Cualquier excusa será válida en el futuro para meter el miedo en el cuerpo al adversario ideológico. Esto no ha hecho más que empezar. María Teresa Verdugo no sólo ha hecho con Ballester honor a su apellido sino que, además, se ha comportado más como un fiscal de Arabia Saudí —lo digo en masculino porque allí no hay mujeres fiscales—, de la Rusia de Putin, de la Turquía de Erdogan o de la Venezuela de Maduro que como un legítimo representante del ministerio público en un Estado de Derecho.
La persecución no sólo a la religión católica en particular sino a la libertad y a la discrepancia en general queda tanto más patente en el caso Ballester si tenemos en cuenta dos nada baladíes detalles. Para empezar, que el capo de la Asociación contra la Islamofobia que intentó meterle en la cárcel, Ibrahim Miguel Ángel Pérez, es un converso al islam que fue candidato de Barcelona en Comú, marca blanca de Podemos. El partido de ese delincuente que es Pablo Iglesias ofrece la enésima prueba de amor a una religión que considera a la mujer inferior al hombre y a los homosexuales pervertidos dignos de ser colgados de una grúa. Y para terminar que la verdugo Verdugo se quitó la careta en junio pasado al ser nombrada por el Consejo de Ministros presidenta de la Autoridad Independiente para la Igualdad de Trato y la No Discriminación. Que fue un pago a los servicios prestados lo certifica inequívocamente que es un cargo de nueva creación. La ex fiscal de Delitos de Odio de Málaga trabaja ahora para Ana Redondo, la ministra de Igualdad que ha puesto en riesgo la vida de cientos de mujeres maltratadas con el fiasco de las pulseras. Que Dios nos pille confesados. Que Dios nos pille confesados con esta Pasionaria con toga.
La pesadilla de Custodio Ballester es fiel ejemplo de lo que está por venir con este Gobierno liberticida, que estigmatiza legalmente y ahoga financieramente el periodismo crítico mientras intenta asesinar la separación de poderes asaltando la Justicia. Es menester recordar que el mundo ideal de cualquier autoritario es aquel presidido por la censura. Antaño se hacía a las bravas, hoy día al amparo de un uso torticero y fascistoide de la ley vigente cual mordaza. Llamar delito de odio a cualquier crítica, por injusta o desaforada que sea, es el camino más corto a la tiranía. El sueño más húmedo del caudillo Sánchez.

OKDIARIO Estados Unidos
Associated Press Spanish
Noticias de América
RT en Español
Infobae Washington
La Conexion
La Silla Rota
AlterNet