El también poeta y periodista de Jerusalén reflexiona en su libro 'Víctimas perfectas' sobre la hipocresía política y mediática de Occidente con el sufrimiento palestino, el humor como herramienta contra la propaganda israelí o el papel de los artistas en la lucha por la descolonización
El poeta, escritor y periodista Mohamed El-Kurd (Jerusalén Este, 1998) está cansado de que las voces palestinas tengan que comparecer ante el foco internacional como víctimas dóciles y afables, que encajen en un molde aceptable para una opinión pública occidental, especialmente la de matriz anglosajona, temerosa de la rabia acumulada tras décadas de ocupación israelí y dos años de genocidio en Gaza.
El-Kurd es originario del barrio de Sheij Yarrah, en Jerusalén Este, donde la población palestina vive con la amenaza constante de la expulsión a manos de los colonos israelíes, protegidos por el Estado hebreo. Residente en Nueva York —sus abogados le aconsejan que no regrese al hogar familiar—, es editor cultural de la revista Mondoweiss y corresponsal de The Nation. En 'Víctimas perfectas' (Capitán Swing, 2025) reflexiona sobre la colonización, la hipocresía política y mediática de un Occidente de contornos difusos, las formas de sortear la maquinaria propagandística israelí, el humor y el arte.
Hay un pasaje de su libro que dice: “Ser palestino hoy en día es estar atrapado en un sueño febril, en una alucinación ajena”. ¿A qué se refiere?
Es como si hubiese un universo paralelo, particularmente en Occidente, pero en todo el mundo. En Palestina se está cometiendo un genocidio rabioso, en el que se quema viva a la gente en sus hogares, en sus tiendas, en el que se pone la diana a los niños, a los ancianos. Y, al mismo tiempo, en las torres y rascacielos de los barrios ricos de EEUU, Reino Unido o Europa, hay algunos judíos sionistas que hablan de que temen por su seguridad, o la de los campus universitarios de EEUU, por ejemplo. Estudiantes que dicen que sus vidas están amenazadas, que hay un segundo holocausto en marcha solo porque escuchan cánticos que nos les gustan.
La conversación pasa a versar sobre el lenguaje y el discurso y el nivel de amenaza que representan según qué palabras, en vez de centrarnos en lo material, lo tangible, lo sistémico, que es el genocidio
La conversación pasa a versar sobre el lenguaje y el discurso y el nivel de amenaza que representan según qué palabras y qué frases o sentimientos son admisibles, en vez de centrarnos en lo material, lo tangible, lo sistémico, que es el genocidio. Te puedes volver loco por tener que asegurarte primero de no resultar ofensivo, cuando lo que quieres es que la gente se fije en lo que está pasando en el terreno.
¿Es a eso a lo que se refiere cuando dice que existe una falsa equivalencia entre la violencia semántica y la sistémica?
Sí, eso es.
Ahora mismo reside en Nueva York. ¿No le dejan volver legalmente o le han aconsejado que no regrese a Jerusalén de momento?
No está claro, no me han confirmado nada, pero mis abogados me han recomendado que no vaya por el patrón de arrestos que hemos visto en los últimos años.
Usted es originario del barrio de Sheij Yarrah en Jerusalén Este. En el marco del plan de paz de Donald Trump, existe el riesgo de que Israel siga impulsando la partición efectiva de Cisjordania. ¿Cómo afectaría a su vecindario?
El plan de partición y anexión ya es una realidad de facto. Es imposible distinguir lo que es Israel de lo que es Palestina en Cisjordania o Jerusalén porque ellos controlan todo. Pero sí sabemos que en los dos años que llevamos de genocidio en Gaza, el ritmo de las demoliciones en Cisjordania y Jerusalén se ha multiplicado por dos o tres y que la violencia de los colonos se ha triplicado.
Los habitantes de Jerusalén, incluida mi familia, siguen viviendo en el alambre. No sabemos qué pasará, si nos expulsarán en cualquier momento
Esto es así porque el mundo ha puesto la vista en Gaza, lo que es normal. A día de hoy, el alto el fuego y el plan de paz y esa palabrería —aunque estamos agradecidos y encantados de que las bombas hayan dejado de caer— no tienen contenido efectivo porque los colonos siguen con los pogromos en Cisjordania. Los habitantes de Jerusalén, incluida mi familia, siguen viviendo en el alambre. No sabemos qué pasará, si nos expulsarán en cualquier momento.
En el libro plantea el concepto del “aun cuando” para defender, por ejemplo, la humanidad de los militantes de Hamás que participaron en los ataques del 7 de octubre de 2023 (“aun cuando” hayan cometido crímenes terribles, siguen siendo personas con derechos).
No digo nada nuevo, pero creo que el problema está en que tendemos a presentar el contexto palestino como excepcional, al igual que lo hacemos con el sionismo, y eso nos es perjudicial: no observamos lo que pasa desde una perspectiva general. Lo más habitual es que, en vez de remontarnos al origen, empezamos la historia el 7 de octubre, con el secuestro de los rehenes [israelíes].
Y entonces, ya sea en la universidad, en la televisión o en las manifestaciones, la lucha y la conversación pasan a tratar sobre si se justifican determinadas actuaciones o si se cumplen unos requisitos previos para que se sea solidario con nosotros o se nos dé el derecho a hablar para que la ciudadanía global simpatice con nosotros.
Aun cuando haya túneles bajo el hospital, no debes bombardear el hospital
Un ejemplo de esto es una crítica habitual que se hace a Hamás, la de que usan escudos humanos. Nos pasamos el tiempo negándolo o explicando que Gaza tiene una gran densidad de población, u oponiendo que la sede del Ejército israelí está en mitad de Tel Aviv, o mostramos vídeos de israelíes usando escudos humanos.
Todo esto es así, efectivamente, pero es que da igual: aunque Hamás emplease escudos humanos, el responsable del asesinato es quien lo comete. Si alguien entra en tu casa y se esconde tras un ser querido, y tú decides matar a ese ser querido, la culpa la tienes tú. Es una lógica muy simple y clara, pero sirve para todo. Aun cuando haya túneles bajo el hospital, no debes bombardear el hospital. Y si un niño tira una piedra, no lo tienes que matar, porque es que además ni siquiera deberías estar en su aldea, para empezar, según el derecho internacional.
Lo que pretende usted es objetar al modo en que se presentan las noticias, en cierto modo. Es interesante lo que dice al respecto de que no es responsabilidad de los palestinos explicar la diferencia entre antisemitismo y antisionismo. ¿A qué se refiere?
Resulta bastante obvio y sencillo de entender que la fusión entre ambos conceptos es un proyecto de Estado, tanto de Israel como de sus aliados. Lo vemos en EEUU con el Departamento de Estado, con la Liga Antidifamación [ADL, parte del lobby israelí], o como la llamamos nosotros, la Liga de Defensa del Apartheid [las siglas coinciden en inglés]. También se ve en Alemania.
De un lado tenemos un país que se autodenomina el único Estado judío del mundo, que dice que es el único representante del pueblo judío, que dice que actúa siempre en nombre del judaísmo. También tenemos un ejército que comete crímenes de guerra, que masacra a un pueblo y avanza bajo el estandarte de lo que llama la bandera judía.
La genialidad de la colonización es que te obliga a ti, como víctima, como sujeto de la represión, a ser cuidadoso y estar muy pendiente de los detalles y ser preciso y amable en medio de tu sufrimiento. Y esto es algo que para alguna gente resulta imposible, no todo el mundo tiene esa capacidad. Del otro lado, esto supone desviar la atención de la colonización propiamente dicha a la estética de la colonización, del lenguaje del que se la rodea.
La genialidad de la colonización es que te obliga a ti, como víctima, como sujeto de la represión, a ser cuidadoso y estar muy pendiente de los detalles y ser preciso y amable en medio de tu sufrimiento
Dice que este continuo medirse en la expresión tiene un coste psicológico...
Es como si tuvieses un policía en la cabeza que te dice todo el rato que te tienes que autocensurar.

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