Bajo la luz de la tarde, en una esquina transitada del centro de Chihuahua , México, una vidriera es centro de atención de los peatones desde hace más de nueve décadas. No es la colección nupcial, ni los encaje bordados a mano del comercio. Lo que hipnotiza a los curiosos –a los niños, a las mujeres de brazos cruzados frente al vidrio, a los turistas que se arriesgan a tocar la vitrina– es un rostro. Un rostro inmóvil, redondo, eternamente terso, con las pestañas en abanico y los labios rosados pintados con sobriedad.
Ahí, desde 1930, La Pascualita , el maniquí más enigmático de México, contempla las lluvias y el sol del desierto de Chihuahua. El rumor persistente es que bajo ese vestido de novia está la piel y los huesos conservados de una joven muerta el día de su boda .
El nac

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