Palma , querida, ha vuelto a bailar en los salones de la que fue una de las casas más importantes de la ciudad . Cerrada durante muchos años, su destino fue el esperado en estos días de brevedad y hastío. Lo retrató muy bien y claramente la Princesa de Asturias en su discurso en la entrega de premios que llevan su nombre. Su regalo fue escribir cartas personales a cada uno de los premiados y leerlas en público como forma de reivindicación del pasado frente a la inmensa locura que es la inmediatez.
Pensar que decir es un ejercicio reivindicativo y revolucionario, donde decirlo y escribirlo más todavía. Detenerse y saborear cada palabra como si fuera un bocado delicioso o la tortilla de toda la vida igual de buena que el mejor de los caviares. El caso es tener, volver a tener la libertad de poder elegir. Antes una llamada de cariño que un me gusta o un mensaje de texto. Volver a nuestra letra ya olvidada de su ortografía. Ir a por sellos, salir hasta Correos, las colas después del alimento final que nos ha llevado hasta ahí para responder o convidar a la memoria. En mis redes sociales tengo la necesidad de usar el pasado para responder a mi presente. Lo mismo ocurre con las cartas que aparecen guardadas en el lugar más insospechado cuando más las necesitas para encontrar respuestas.

Me gustó mucho escuchar a una heredera del pasado hablar de él casi de manera clara. Para cambiar esta sociedad triste, cansada, refugiada en las redes para sentirse parte de algo, parte de alguien por falso que sea. Soñar equivocadamente en una realidad artificial que nos ha aislado de la gente incluso para hacer el amor. Salidos del mundo romántico que no respeta ni el conocimiento ni la sabiduría de la edad.
Sin embargo, hay todavía momentos mágicos que nos llevan a disfrutar de la compañía, la de la buena y humana sociedad que nos gusta regar. Y sucedió de nuevo como si fuera un sueño digno de ser contado en estas páginas que utilizan palabras a veces escritas en una servilleta de papel para no ser olvidado el mensaje. Sucedió. Y no en cualquier lugar, sino en esa joya recién pulida que renace donde antaño latía uno de los grandes palacios de la ciudad. Allí donde los señores de antes giraban entre espejos y promesas, lo hicieron los nuevos protagonistas de la isla: empresarios con reloj de oro, diseñadores con gafas imposibles y herederas que nunca heredaron, pero aprendieron a posar.
El antiguo y noble caserón , cuentan los archivos y las abuelas, tenía la sala de recepción y baile más grande de Mallorca. Era el escenario de las alianzas más convenientes, los romances más discretos y los escándalos más comentados. Las paredes, si hablaran, cobrarían entrada. Y esas mismas paredes escucharon de nuevo el tintinear de copas, el murmullo de apellidos y algún que otro «¿tú de quién eres?».
La restauración ha sido tan impecable que uno casi espera que entre una condesa con miriñaque … aunque lo que realmente entró fue un influencer con chaqueta de lentejuelas . Así evoluciona la buena sociedad. El cóctel, por supuesto, impecable. El champán corrió más que las conversaciones sinceras y los canapés -miniaturas de ego y trufa- desaparecieron con la rapidez habitual en estos reinos de apariencia. El DJ mezclaba deep house con nostalgia y entre luces doradas todos parecían más guapos, más ricos y más encantados de haberse conocido.
«Palma necesitaba esto» , repetían los asistentes, con ese tono de quien ha estado esperando un renacimiento… siempre que lo sirvan en copa de cristal. Y tenían razón. Porque lo que el Nobis Hotel Palma ha logrado no es sólo reabrir un edificio histórico: ha devuelto a la ciudad su espejo. Ese donde todos, absolutamente todos, queremos vernos reflejados… aunque sea de perfil bueno y con filtro.
Cuando el reloj marcó la medianoche, los murmullos se mezclaron con risas y promesas. Afuera, la brisa del otoño rozaba los balcones barrocos, recordando que la historia sigue ahí, silenciosa, observando cómo las fiestas cambian, pero el deseo de ser parte del cuento, jamás. Y esta vez, el vals suena a glamour contemporáneo con alma vieja. Una noche para celebrar el arte, la seda y la belleza y Palma se vistió de gala para una velada que aún flota en el aire.
Spatula by Elena Gual y Nobis Hotel Palma firmaron una cita exquisita donde el arte, la moda y la música se fundieron, con un selecto grupo de invitados de la antigua y nueva sociedad mallorquina. Bajo la luz dorada de las lámparas y el susurro de los cócteles, los pañuelos de seda pintados por Elena Gual, la hija de mi querida Elena Baquera , cobraron vida en un desfile envolviendo el ambiente en un aura mágica.
Fue, sin duda, una noche mágica en el corazón de Palma: arte en movimiento, seda al vuelo y esa chispa de glamour que sólo nace cuando el talento y la belleza se dan la mano.

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