Conforme me sentaba a escribir la columna caía en la cuenta de que me rondaban varios temas, dispares en su contenido y exigentes de estados de ánimo particulares y divergentes para desarrollarlos. El caso es que tras diez minutos de indecisión y tentativas sin mayor resultado, decido que me levanto, pongo una lavadora, recojo la ropa tendida y seca, plancho lo que lo pida a gritos y vuelvo a la tecla.

Sumergida en la actividad, además de la tranquilidad de dar salida a lo pendiente, experimento algún placer olfativo , el olor a limpio, visual, los diferentes matices del blanco me llevan a la nieve, llego incluso al azulado de los icebergs, e intelectual, rindo reconocimiento a Kate Millet y me digo y se lo cuento que claro que sí, que qué razón tenía, que lo personal es polítíco. En e

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