Es innegable la costumbre que tenemos los españoles de que los grandes acontecimientos de nuestra vida ocurran alrededor de una mesa. Cumpleaños, bodas, ascensos o reconciliaciones… nombre una celebración y, con toda probabilidad, habrá un mantel de por medio. En el mundo empresarial, esta costumbre se vuelve casi una regla no escrita. Pocas tradiciones reflejan mejor nuestra manera de entender la vida –y los negocios– que esa inclinación tan española por convertir la mesa en territorio de acuerdos y confidencias.

Madrid ha sido, quizá más que ninguna otra ciudad, el epicentro de esa liturgia. En sus restaurantes se han creado historias, complicidades y se han tomado decisiones que cambiaron el rumbo del país. Algunos de ellos alcanzaron la categoría de instituciones; templos oficiosos

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