Por Miriam Fonseca – Escritora
En el paraje el Rincón de Caucete, la historia de la capilla de la Virgen Niña sigue siendo un símbolo vivo. Todo comenzó en 1969, cuando María Emilia Quiroga, recordada por todos como ‘la madrina’’, aseguró haber tenido la visión de la Virgen María y asumió desde entonces la misión de construir un pequeño templo en su honor. Allí dedicó su vida entera: a la oración, a la ayuda solidaria, a la catequesis y a sostener un espacio que con los años se convirtió en punto de referencia espiritual para generaciones de cauceteros. Emilia, que nunca se casó, adoptó a tres niñas y junto a ellas levantó la capilla piedra por piedra, cuidando que la tradición no se perdiera.
Devoción en el gauchaje
Esa llama de fe no quedó detenida en el tiempo, sus actividades religi

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