Bajo el sol abrasador de Sinaloa, Don Miguel Ramírez, un productor de maíz de 58 años, observa con ojos cansados cómo su tractor permanece inmóvil en medio de un campo agrietado. «Este año no llovió como antes», murmura, mientras señala las pocas mazorcas que logró cosechar en sus 10 hectáreas. A cientos de kilómetros, en Michoacán, Doña Carmen Hernández, una aguacatera de tercera generación, suspira al ver cómo sus frutos, destinados a Estados Unidos, se acumulan sin comprador tras un bloqueo en la carretera Morelia-Guadalajara. Son dos rostros de una crisis que sacude al campo mexicano, donde el Paro Nacional Agrícola, iniciado el 14 de octubre, amenaza con escalar a una «gran revuelta» el próximo lunes 27 si las autoridades no responden. Pero ¿tienen razón estos productores en su lucha?

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