Una usuaria china conocida como @clarita_tips ha generado un intenso debate en redes sociales al explicar el motivo por el que en su país no se consume queso . Su reflexión, que rápidamente se volvió viral, ha puesto sobre la mesa las diferencias culturales y gastronómicas que aún persisten entre Oriente y Occidente pese a la globalización.
La joven detalló que en China el queso no forma parte de la dieta tradicional , y que la mayoría de la población no lo incluye en sus comidas cotidianas. El motivo principal, según explicó, tiene que ver con la escasa costumbre de consumir leche y derivados lácteos. Durante siglos, la población china no desarrolló una cultura de producción ni consumo de leche, por lo que el queso nunca llegó a ocupar un papel relevante en su gastronomí a.
La reflexión de la creadora de contenido ha desatado miles de comentarios en redes, donde muchos usuarios occidentales expresaron sorpresa ante la ausencia de un alimento tan común en Europ a. En España, por ejemplo, el queso es considerado un elemento esencial de la dieta y cuenta con una gran variedad de elaboraciones con denominación de origen, fruto de siglos de tradición artesanal.
En Asia, sin embargo, la historia fue diferente. En países como China , Japón o Corea , los productos lácteos fueron escasos durante milenios . En buena parte, esto se debe a razones históricas y climáticas: el pastoreo no tuvo el mismo desarrollo que en el Mediterráneo, y las condiciones agrícolas priorizaron el cultivo de cereales, arroz o soja . Por ello, el queso no se integró a las costumbres alimenticias ni al recetario tradicional.
La propia evolución de la gastronomía china se basó en ingredientes locales y en técnicas de fermentación diferentes. En lugar del queso, se desarrollaron alimentos con funciones similares como el tofu , elaborado a partir de la soja y con un alto contenido proteico. Su textura y versatilidad lo convirtieron en el equivalente vegetal del queso en muchas recetas asiáticas.
La joven apunta que “en China no hay productores de queso ni apenas demanda”, lo que impide que el producto tenga una presencia notable incluso hoy. Aunque en las grandes ciudades algunos restaurantes occidentales han introducido pizzas, lasañas o platos con queso fundido, estos siguen siendo percibidos como importaciones extranjeras y no como parte de la dieta local.
La historia del queso en el mundo occidental, en cambio, tiene un origen milenario . La leyenda más conocida relata cómo un mercader árabe descubrió el queso de forma accidental cuando la leche que llevaba en un recipiente hecho del estómago de un cordero fermentó con el calor del desierto . Otras versiones sitúan este hallazgo en Asia Menor, atribuyéndolo a un pastor llamado Kanama . En la mitología griega, los dioses del Olimpo enseñaron a los humanos a elaborar el queso como “un regalo divino”.
Desde la antigüedad, el queso se consideró un alimento de conservación, alto valor energético y fácil transporte. En Egipto y Mesopotamia se elaboraban quesos frescos parecidos al requesón, y los romanos perfeccionaron su técnica, extendiéndola por todo el imperio. En España, esa herencia se tradujo en una gran variedad de quesos artesanales como el manchego , el cabrales o el idiazábal , que hoy son parte inseparable de la gastronomía nacional.
Mientras en Occidente el queso evolucionó como símbolo de identidad y cultura, en China su introducción fue tardía y limitada a las clases urbanas más globalizadas. La influencer subraya que “no es que a los chinos no les guste el queso, es que nunca formó parte de su dieta ni de su historia alimentaria”.
Su vídeo ha abierto un debate sobre cómo la globalización gastronómica ha permitido que alimentos antes desconocidos crucen fronteras y se adapten a nuevas culturas. Lo mismo ocurrió con productos como el aguacate o el kiwi en España, que no formaban parte de las recetas tradicionales pero hoy se consumen con normalidad.
En palabras de la propia autora, “el queso en China no se come porque nunca hubo costumbre ni producción; simplemente no estaba en nuestras recetas ni en nuestra cultura ”. Su explicación, aparentemente sencilla, ha puesto de relieve cómo la historia, el clima y la tradición determinan aún hoy lo que se come —y lo que no— en cada parte del mundo.

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