Santander es más que playas y bahía. Es una ciudad que guarda costumbres, formas de hablar y pequeños detalles que solo se entienden bien cuando has vivido allí . No importa si naciste en Cueto o si estuviste unos años de Erasmus, hay ciertas cosas que se te quedan grabadas para siempre. Aquí van diez que, si has vivido en Santander, seguro te arrancan una sonrisa (y algún “es verdad”).

1. Subir cuestas es parte de tu entrenamiento diario

En Santander no hace falta gimnasio. Entre la cuesta de la calle Alta, el paseo desde Puerto Chico hasta la Magdalena o las escaleras de la calle Vargas, tienes cardio para rato. Y sí, aún maldices la rampa mecánica que nunca funciona.

2. El viento no es una brisa, es una amenaza

Especialmente en invierno. Ese viento que te da en la cara cuando cruzas la bahía o subes por el Paseo de Pereda no es suave: es norte. Si no sabes lo que es, espera a ver tu paraguas salir volando.

3. Las rabas del sábado son sagradas

Da igual la hora o el bar: si es sábado a mediodía, se comen rabas . Con limón o sin él (tema de debate eterno), en el Bodega del Riojano , en Casa Lita o en cualquier tasca con sol. Si no hay rabas, no es sábado.

4. La playa no es solo para el verano

En Santander, la Playa del Sardinero es un lugar de paseo, deporte, reflexión… y sí, también de baño en enero para los valientes. Porque la playa es de todo el año, aunque esté lloviendo.

5. Has dicho “bajamos a Bilbao” aunque esté al sur

Una de las frases más santanderinas de todas. En Santander, Bilbao siempre se “baja”, aunque esté geográficamente al sur. Cosas que solo se entienden cuando vives aquí.

6. Reconoces el olor a mar mezclado con café

Ese olor inconfundible al pasar por la zona del ferry o por la Estación Marítima , cuando la marea baja se junta con el aroma de cafeterías. Te choca al principio. Luego lo echas de menos.

7. Sabes que llueve… pero no tanto como dicen

Santander tiene fama de ciudad lluviosa. Pero cuando vives aquí te das cuenta de que llueve muchos días, pero no todo el rato . Aprendes a mirar el cielo, a llevar siempre algo de abrigo y a decir “esto es orbayu, no cuenta”.

8. El Centro Botín te gusta (o no), pero acabas yendo

Hubo polémica. Mucha. Pero al final acabas subiendo al mirador, viendo una expo o simplemente paseando por los Jardines de Pereda sabiendo que el Botín ya es parte del paisaje.

9. Has visto al menos una puesta de sol en Mataleñas y te ha emocionado

No hace falta ser poeta. Solo hay que estar allí, al borde del acantilado, viendo cómo el sol cae tras el mar. Y en ese momento, sabes que vives en una ciudad especial.

10. Llamas “la tierruca” a Cantabria con cariño de verdad

Porque vivir en Santander te conecta con la región entera. Con sus montañas, sus pueblos, su comida, su forma de hablar. Porque aunque viajes mucho, hay cosas que solo se sienten aquí .