Cuando pensamos en deporte y salud, solemos imaginar fuerza física y buena condición. Pero el ejercicio también influye en cómo dormimos, nuestro estado de ánimo y nuestras relaciones.
En la adolescencia, una etapa de cambios físicos y emocionales, la práctica deportiva cobra un papel central. Surge la pregunta: ¿es siempre positiva? ¿Qué ocurre cuando pasa de ser ocio a competición? Analizamos a más de 10 000 adolescentes españoles (de entre 11 y 19 años) para encontrar respuestas.
Bienestar psicosocial y deporte
Exploramos cómo el deporte influye en variables clave del bienestar psicosocial. Entre ellas: sueño, ansiedad, depresión, calidad de vida, trastornos alimentarios y riesgo de adicción al ejercicio.
Dividimos a los participantes en cuatro grupos: inactivos, activos sin práctica deportiva, deportistas no competitivos y deportistas competitivos. Dentro de los competitivos distinguimos tres niveles: local o regional, nacional e internacional. Consideramos todas las disciplinas olímpicas de verano.
Dormir mejor gracias al deporte
En este aspecto, el deporte tiene en general un efecto muy beneficioso, sin diferencias significativas entre el tipo de deporte, aunque sí hemos percibido que si se trata de deporte de competición, a mayor nivel mejor calidad del sueño. En cambio, el efecto beneficioso en las chicas es algo menor.
Ansiedad y deporte: una brecha de género
La ansiedad es más elevada en las chicas que en los chicos en general, independientemente de la actividad física, pero la práctica competitiva y altos niveles de actividad se asocian a menos ansiedad independiente también del tipo de deporte. Los mejores valores aparecen en quienes compiten a nivel nacional o internacional.
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Depresión: la actividad física como protección
En este terreno volvemos a comprobar que la práctica deportiva, especialmente la competitiva, se asocia con menos síntomas. Los deportes de combate y de resistencia muestran valores ligeramente peores, mientras que los deportes al aire libre se relacionan con menos síntomas.
Aun así, lo que más influye no es el tipo de deporte, sino practicarlo o no. En este aspecto, de nuevo, las chicas son más vulnerables y sus síntomas aumentan con la edad.
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Calidad de vida: luces y sombras
Los adolescentes inactivos muestran peor calidad de vida relacionada con la salud. Los deportistas presentan mejores valores, y los competitivos aún más. En general, las chicas presentan valores menos favorables que los chicos, especialmente en la adolescencia tardía.
Entre los atletas que compiten, el nivel de competición afecta de manera distinta según el aspecto de la calidad de vida. A mayor nivel, se sienten más seguros de sí mismos y comparan menos su imagen con la de los demás. También reciben menos burlas o acoso, lo que mejora su aceptación social.
También existe una correlación positiva entre el nivel de competición y el bienestar físico. Incluso las relaciones con los padres son mejores a medida que aumenta el nivel competitivo. Sin embargo, la dedicación intensa tiene un coste: la autonomía y el apoyo entre amigos disminuyen, porque el entrenamiento deja menos tiempo para la vida personal y social.
Trastornos alimentarios: un riesgo no uniforme
Los adolescentes inactivos presentan mayor riesgo de trastornos alimentarios, mientras que los competitivos, en general, menos.
En las chicas, los efectos de la competición son más complejos. Las que compiten a nivel internacional no siempre obtienen beneficios claros y, en algunos casos, muestran un mayor riesgo. Esto puede deberse a la presión y a los estándares exigentes de ciertas disciplinas en las que el peso corporal es un factor clave para el rendimiento.
Otros estudios también señalan que las adolescentes deportistas de élite constituyen un grupo especialmente sensible.
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Los jóvenes que practican deportes de equipo suelen presentar un riesgo más alto que quienes realizan modalidades individuales. Aun así, el tipo de disciplina influye menos que el nivel de competición.
Las chicas, sobre todo en la adolescencia tardía, presentan valores menos favorables que los chicos.
Riesgo de adicción al ejercicio
Un 6 % de los deportistas no competitivos muestra riesgo de adicción al ejercicio, mientras que en los competitivos, el porcentaje sube a 16 %. Estos datos coinciden con los observados en otros estudios internacionales.
El riesgo se concentra sobre todo en deportes individuales y en adolescentes de mayor edad. Quienes presentan riesgo suelen tener buen estado físico, pero muestran indicadores de bienestar psicosocial más bajos.
Estos hallazgos subrayan la importancia de prevenir la adicción al ejercicio. Para ello, se recomienda una planificación profesional del entrenamiento que incluya descansos adecuados. También es fundamental el apoyo psicológico especializado. Además, se debe promover un equilibrio saludable entre deporte, ocio y vida personal.
Más allá del deporte: una cuestión de equilibrio
En conjunto, hacer deporte se asocia a mejor salud psicosocial y la competición aporta beneficios adicionales respecto a la práctica recreativa. Aunque las chicas parten de valores menos favorables, el patrón es consistente en ambos sexos.
Los mejores indicadores se observan en quienes compiten en niveles más altos, salvo algunas chicas de nivel internacional. El tipo de disciplina importa menos de lo que solemos pensar: lo esencial es participar y mantener la práctica regular.
El equilibrio consiste en disfrutar de los beneficios del deporte mientras se mantiene un estilo de vida saludable, combinando entrenamiento, ocio y vida personal.
Practicar deporte y vigilar los riesgos
Los hallazgos muestran que los adolescentes se benefician del deporte, especialmente del competitivo. La salud psicosocial mejora cuanto mayor es la participación.
No obstante, es importante vigilar riesgos como la adicción al ejercicio o la presión por rendimiento, acompañando la práctica con un entorno saludable y un seguimiento adecuado.
Nuestro estudio, que incluye desde inactivos hasta deportistas de élite, refuerza lo observado en revisiones recientes sobre los beneficios del deporte organizado.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation, un sitio de noticias sin fines de lucro dedicado a compartir ideas de expertos académicos.
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