En realidad, los mayores podemos enseñar pocas cosas a los jóvenes –los padres a los hijos, los profesores a los alumnos– pero ciertamente muy importantes. Sabemos poco –en realidad, cada vez menos, pues nuestra mente vuela distraída a través de las pantallas y acaso sea paulatinamente suplantada por la IA– pero las cosas que sabemos, ya sean técnicas o humanísticas, como fundamentos de nuestra profesión, tenemos que transmitirlas lealmente. Es nuestra responsabilidad. Porque luego siempre nos sobrevivirán los jóvenes (y también nos superarán). Debemos cumplir ese cometido y hablarles de las ideas principales de la humanidad, cómo intentar ser una persona de bien, razonar correctamente y, sobre todo, «sentir bien». Es decir, una educación sentimental en las pocas lecciones esenciales que h

See Full Page