*Colabora Ernesto Cavassa, S. J., Director general de Fe y Alegría

En el Perú hemos normalizado la violencia. Los medios nos la recuerdan a diario; sus víctimas crecen y el sufrimiento se concentra en los sectores más pobres, golpeados por la extorsión. En regiones como La Libertad, Lambayeque o Lima, los asesinatos por sicariato, cobro de cupos y trata de personas marcan la vida cotidiana. Según el SINADEF, los homicidios subieron de 2.7 diarios en 2020 a 6.1 en 2025: más del doble en solo cinco años. Las autoridades aplican recurrentemente las mismas estrategias fracasadas. El Congreso, lejos de contener la crisis, aprueba leyes que favorecen la criminalidad organizada. En las marchas, la calle clama: “¡No matarás ni con hambre, ni con balas, ni con leyes!”.

La escuela tampoco escapa a

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