Se abre el ciclo electoral, la lluvia de clichés, la ventolera de voceríos y las oleadas de lanzamiento de trastos. Aunque las etapas políticas ya son indistinguibles; la modernidad, abarrotada de populistas y autócratas, ha parido una campaña perpetua. Pero ahora, cuando nos someterán a dos años de elecciones constantes, llega el ciclón, el tedio más absoluto. Esta legislatura, ante la inacción y el bloqueo por la amalgama de intereses cruzados de la supercoalición gubernamental, se rellena de la política más banal. La discusión espuria de problemáticas inexistentes que desplazan aquellas que son endémicas. Las necesarias reformas quedan enterradas bajo la política ficción. Hasta tal extremo llega esta condición que la ley más importante ha sido ese acto de corrupción política: la amnistí

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