A los regímenes totalitarios les encantan los borregos, que las personas sigan ciegamente sus opiniones sin oponérseles, que aplaudan e idolatren al líder hasta más no poder. El borrego en política, bien sea por ignorancia, intereses particulares o maldad pura, no permite que se cuestione a su partido. Detesta el pluralismo político y toda forma humana de pensamiento crítico, pues por lo general, el borrego carece de reflexividad, aplaude con excitación, demostrando que el cerebro se lo mutilaron al nacer.

Los borregos hacen mucho daño. En la Alemania nazi, en parte debido a la inmensa maquinaria propagandística, los borregos endiosaron a Hitler. Lo elevaron al pedestal sagrado, por lo que fueron incapaces de ver lo que ocurría a su alrededor. Racismo, xenofobia y un poderoso discurso de

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