Durante años, las flores y plantas artificiales arrastraron una fama difícil de sacudir: eran sinónimo de decoración anticuada, materiales de baja calidad y un aspecto irreal. Sin embargo, en los últimos tiempos, el mercado ha experimentado una transformación. «La irrupción de flores preservadas, secas y artificiales de alta gama ha cambiado la percepción del consumidor. Parecen de verdad porque son muy realistas y la calidad es muy alta», comenta a EL COMERCIO Yolanda de La Fuente, gerente de la floristería La Orquídea, en Gijón . Ya no se trata solo de una opción económica o duradera, sino de una alternativa estética y sostenible que se adapta al ritmo de vida actual, donde el tiempo y el mantenimiento escasean. «Mucha gente no puede acudir a cambiar las flores a los cementerios . Po
Las flores artificiales desbancan a las naturales en los cementerios de Gijón
 El Comercio6 hrs ago
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