Azotados por vientos violentos y fuertes turbulencias, los cazadores de huracanes de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés) han pasado la última semana sumergiéndose en el ojo de Melissa, un ciclón de ferocidad histórica, para recopilar datos vitales. Lo han hecho sin descanso, las 24 horas del día, porque su misión se considera esencial para la seguridad pública.
Pero esta vez, con el gobierno cerrado, lo han hecho todo sin cobrar.
Los cazadores de huracanes son un elemento habitual en la respuesta a los ciclones en Estados Unidos. La información recopilada por el equipo especializado de los aviones, que incluye un radar Doppler montado en la cola que realiza una tomografía computarizada virtual de la tormenta, es crucial para emitir pronóstic

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