Los interrogaron, los torturaron, los amenazaron con segarles la vida. Hasta les hicieron cavar su propia tumba para derrumbarlos.
Todo fue en vano. Los ocho respondieron los destemplados cuestionamientos con verdades, con rezos, sin perder la esperanza de que la palabra de Dios agrietara esos corazones pétreos.
Al tercer día del secuestro, les ordenaron tenderse en el piso, primero los dos afros, seguidos del resto de varones y las dos mujeres cerrando la fila. Los guerrilleros estaban hastiados de seres humanos bondadosos, trabajadores, sencillos, a los que no lograban arrancar palabras que sonaran a confesión.
Frustrados, rabiosos, los apuntaron con sus fusiles y vaciaron los proveedores en los cuerpos indefensos. Después, los remataron con tiros de gracia.
Una vez concluida la masa

Semana

Noticias de Colombia
Noticias RCN
El Colombiano
Infobae Colombia
Notícias en Línea
AlterNet