“¿Cómo dueles, Perú?”, murmulla al terminar de leer, en su iPad Air, la última edición de “New York Times”. Una sensación de derrota lo embarga mientras fija su mirada en el titular del artículo que no consigue digerir del todo: “Democracies Die Without a Dictator”. “So true”, suspira. Como hombre de negocios informado y liberal, pasa revista mentalmente a la literatura especializada –casualmente todos los autores son sus amigos– que ha descrito tan acuciosamente la evolución de esta muerte anunciada: “democracia sin partidos”, “partidos sin políticos”, “democracia vaciada”, “autoritarismo parlamentario”, y otros juegos de palabras que más que diagnósticos certeros sirven de pastillas para la moral, para ponerse el alma y las New Balance, y tomar las alamedas nuevamente. Torna sus ojos hac

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