Ante una fila de féretros, unos estudiantes practican la puesta en ataúd en un aula de Busan, en Corea del Sur, dispuestos a convertirse en los nuevos agentes funerarios de un país que vive, envejece y muere cada vez más solo.
Numerosas personas eligen esta profesión, conscientes del vertiginoso cambio demográfico que atraviesa la cuarta economía de Asia. Casi la mitad de la población surcoreana tiene 50 años o más y la tasa de natalidad es una de las más bajas del mundo .
En un aula del Instituto de Ciencia y Tecnología de la ciudad suroriental de Busan, los alumnos envuelven delicadamente un maniquí con telas tradicionales, procurando alisar los pliegues como si el difunto fuese real, antes de depositarlo suavemente en un ataúd.
“Con el envejecimiento de nuestra sociedad, pensé que

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