A Kutxi.
En los últimos meses, hemos visto una batalla por la memoria que ha sido también política, jurídica y mediática entre el Gobierno central de PSOE-Sumar y el de la Comunidad de Madrid, liderado por Ayuso . El motivo ha sido la declaración de la Real Casa de Correos, sede de la actual presidencia madrileña situada en plena puerta del Sol, como Lugar de Memoria Democrática. Esto implica colocar una placa que recuerde que allí se torturó a miles de militantes antifranquistas. El Boletín Oficial del Estado ya ha publicado esta decisión a pesar de la oposición de Ayuso, pero ¿qué importancia tiene este edificio en la historia para que aún hoy día tenga relevancia hablar de lo que ocurrió entre sus cuatro paredes?
Un breve repaso a su historia
Que el franquismo colocara en dicho edificio la Dirección General de Seguridad (DGS) –de la que explicaré sus funciones más adelante– no es ninguna casualidad. Primero, por el valor histórico del lugar. La Real Casa de Correos, ideada por el arquitecto francés Jaime Marquet a finales del siglo XVIII, se construyó en un primer momento con intenciones de reorganizar el servicio postal. Pero pronto sirvió para otras tareas. Concretamente, las de control del orden público. Desde sus primeros instantes, se apostaron en las esquinas del edificio guarniciones militares para vigilar lo que ocurría por la zona.
El edificio adquiriría su relevancia como lugar para la vigilancia de la sociedad en esta época a partir de 1848, cuando se instaló allí el Ministerio de la Gobernación (lo que sería hoy Interior). Durante la época de la Restauración, de la Dictadura de Primo de Rivera, entre sus cuatro paredes se firmaron decretos contra el anarquismo, el socialismo, el comunismo o las huelgas, el 1º de Mayo. Precediendo a lo que ocurriría después en el franquismo de una forma más clara y cruda.
La segunda razón por la que Franco instaló allí al organismo que articularía los cuerpos policiales fue parar quitarle el valor simbólico a la zona. Frente al edificio está la Puerta del Sol, una plaza que, desde que tenemos conocimiento, ha sido testigo de grandes luchas y revueltas. Desde los comuneros de Castilla hasta el punto culmen de la proclamación de la II República el 14 de abril de 1931. El régimen de Franco quiso quitarle al enclave esa memoria e identificación con valores de movilización, pasando todos sus rituales políticos unos metros más adelante, en la Plaza de Oriente, frente al Palacio Real.
Un pasado de oscura represión
La DGS no fue un instrumento policial que se inventó el franquismo. A lo largo del siglo XIX y principios del XX diferentes gobiernos intentaron crear una estructura que se encargara de organizar y centralizar los servicios policiales, en un momento en el que se estaba creando el Estado moderno. Fue en 1912, tras el asesinato del Primer Ministro José Canalejas, en plena Puerta del Sol, cuando la DGS se convirtió en un organismo que perduró en el tiempo.
Sería con la dictadura franquista cuando alcanzaría su punto culmen como organización encargada del control de la sociedad, de la represión política. Para ello, necesitaba un lugar a la altura. El sitio escogido fue la Real Casa de Correos, por estar en pleno centro de Madrid, donde se podría observar no sólo la ciudad, sino todo el país y convertirse en el Km.0 de la violencia estatal.
En septiembre de 1939 se trasladaría a dicho lugar la DGS con todas sus ramificaciones. Desde la Policía Armada, encargada del control del orden público en las calles, hasta la Brigada de Investigación Criminal, que se ocupaba de la persecución de los delincuentes comunes. Y, sobre todo, la Brigada Político Social, la policía política de la dictadura franquista, que llevaba a cabo la represión contra los y las militantes antifranquistas.
Con todos estos contingentes, la DGS (que fue dirigida, entre otros, por Carlos Arias Navarro, quien sería el último presidente del Gobierno con Franco y el primero con el Rey Juan Carlos I) se empleó a fondo en la represión no sólo política, sino también moral. Deteniendo a personas por hacer huelgas y manifestaciones u organizarse políticamente, también reprimiendo a las mujeres que abortaban o al colectivo LGTBI, prohibiendo ciertas ropas (como la ropa corta y el bikini en las playas), vetando el carnaval, etc. El organismo policial se encargó de que la sociedad siguiera a rajatabla el ideario nacionalcatólico del franquismo.
Porque la represión fue un pilar fundamental de la dictadura. La lista represiva es amplia: 100.000 fusilados por los sublevados durante la guerra, otros 50.000 hasta 1952, más de 500.000 exiliados, miles y miles de juzgados en consejos de guerra y más de 50.000 juzgados por el Tribunal de Orden Público de 1963 a 1976.
La Real Casa de Correos fue uno de los principales epicentros de toda esta violencia que impuso el franquismo. Nada más instalarse en dicho lugar la DGS, fue asesinado a golpes policiales el trabajador de Telefónica y militante de UGT Sergio Álvarez Ibáñez. No sería la única historia de violencia y muerte en dicho edificio. En 1946, el guerrillero comunista Cristino García Granda se intentó suicidar en su calabozo, fruto de las torturas sufridas. En 1953 sería asesinado el dirigente de la UGT y PSOE Tomás Centeno. En 1963 fue tirado por una de las ventanas del edificio el dirigente del PCE Julián Grimau , sufriendo graves heridas, siendo después fusilado. En 1969 sería llevado a dicho edificio el estudiante y militante del FLP Enrique Ruano , que sería torturado y después asesinado por la policía en el edificio donde tenían un piso franco.
Todos los que eran juzgados por el TOP en Madrid pasaban por el céntrico edificio. Incluso en los años de la Transición, durante la cual se mantuvo allí la Dirección General de Policía hasta 1983, hubo historias de violencia policial, como el militante del PC(r) José España Vivas, muerto por los golpes policiales. También la del militante abertzale Joseba Arregui en 1981, torturado hasta la muerte, que ocurrió en la Cárcel de Carabanchel . O el último caso de fallecimiento en dicho edificio, el del delincuente Santiago Corella “El Nani”, cuyo cuerpo aún se desconoce donde está a pesar de que han pasado más de cuarenta años de su asesinato.
Todas estas historias, y muchas miles más, convirtieron a la Real Casa de Correos en el palacio del terror de la dictadura. En el “Bergen Belsen” español, como lo conocían los luchadores antifranquistas, en referencia al campo de concentración nazi. Un lugar donde sus paredes hablan de oscuras historias de tortura, represión y muerte a manos de agentes policiales, que no pueden caer en el olvido.

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